lunes, 30 de noviembre de 2009

Calle Sierpes: Abanicos, sombrillas, ... (2)

El tercer establecimiento de este género es "La Unión" de Enrique Menacho, en la calle Sierpes, número 76. Es de 1854, pero al igual que con Vides y Terán existen otras facturas anteriores hechas a mano, con su nombre. También utiliza los servicios del litógrafo Santigosa para la confección del documento. El nombre del impresor figura, en letra muy pequeña, debajo de la viñeta, donde comienza la caja de la factura, en el margen superior izquierdo: "Lit. C. Santigosa. Sevilla".

Al igual que había hecho el impresor con la de Vides, ésta también se aparta del modelo de las viejas imprentas y toma un sello y porte muy atractivo y llamativo. Conjuga perfectamente los tipos de letras, las curvaturas de las palabras y los adornos para destacar lo esencial de la razón comercial. Son los nuevos tiempos en los que ya asoma la publicidad y el mensaje visual.



Esta es la segunda de la misma tienda y presenta diferencias significativas. Es de 1858 y no figura la empresa litográfica, aunque parece respetarse el estilo de la anterior, pero muy simplificado. Ha cambiado el nombre, ahora se llama "Pasaje de la Unión", y aparece en grandes letras el del propietario, Enrique Menacho, destacando en tinta negra sobre el resto. Da la sensación que el negocio debe marchar bastante bien e, incluso, se ha ampliado con joyería y bisutería. Sospecho que, como su rival Vides, quiere dejar constancia de que lo importante es él y no el nombre de la tienda.



En resumen, a traves de estas facturas podemos ver como en la década de 1850 hay una proliferación de este tipo de comercio de lujo o semi-lujo, tomando como eje la concurrida calle Sierpes. Una de ellas bien pudo ser el antecedente de la Casa Rubio del siglo XX, porque en las referencias que he encontrado sobre este comercio se dice que desde 1853 había habido una continuidad del negocio, aunque con distintos nombres. Por las facturas que tengo fichadas no puedo discernir cuál pudo ser ese antecedente. La de Vides y Terán la descarto porque convivirá posteriormente con la tienda de Colomina y Domínguez que sí es un antecedente claro, según D. Nicolás Salas, de la Casa Rubio. De las otras dos no se por cual inclinarme, porque la de Enrique Menacho tiene facturas escritas a mano anteriores a esa fecha.
Es un interrogante que no puedo resolver. Lo dejo así sobre la pantalla del ordenador.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Calle Sierpes: Abanicos, sombrillas, ... (3)

En los años de la década de 1860, si juzgamos por las compras de los Duques, sólo se mantenía esta tienda de las tres que existían en la década anterior. De las otras dos ya no se conservan facturas y de Vides y Terán hay muchas, en cambio. Además la tienda se ha ampliado ocupando el número 40 de la calle Sierpes, junto al 39 que ya tenía en las facturas anteriores.

A esta importancia que ha tomado se puede deber el encargo de un nuevo modelo de factura que, manteniendo el estilo de la anterior, la mejora sustancialmente. Fue realizada también en el mismo taller litográfico de D. Carlos Santigosa.



Es un momento adecuado para examinar la labor de éste taller litográfico. Me gustaría dedicarle con exclusividad una serie a sus facturas, de las que ya llevo presentadas unas cuantas. Cuando no sabía ni qué era este mundo de la contabilidad comercial, daba siempre la casualidad de que las facturas que me llamaban la atención solían poner en algún lado el nombre de Santigosa. Por este motivo comencé a interesarme por saber quién era y a recoger cuanta información podía encontrar.

En esta entrada podemos comparar dos creaciones propias separadas por una distancia de, más o menos, diez años. Tiempo suficiente para reconocer cómo ha cambiado el lenguaje visual utilizando las nuevas posibilidades que ofrecía la litografía aplicada a este campo de la literatura comercial.

Por lo que he podido leer me parece que su taller litográfico lo creó en 1849, aunque ya desde 1847 tenía una imprenta en la calle Sierpes, en el número 81, según reza en una de las muchas facturas del Archivo. En 1852 está fechada la del Sr. Vides y Terán que ofrecí en la primera entrada de esta serie, es, por lo tanto, una de las primeras que realiza con técnicas litográficas y se nota que todavía está muy impregnada de elementos propios de la tipografía de las viejas imprentas.

Podemos ver las diferencias entre una y otra, la de 1852, primera entrada de esta serie, y la de 1862, que es la de esta entrada. En la primera, 1852, el motivo central, es decir el bouquet de flores, es un acierto para colocar el nombre del propietario en una cinta plegada en dos dobleces, aunque deja fuera el resto de la información que se tiene que integrar mediante un delicado juego de líneas propias de la caligrafía de las imprentas. Por cierto que D. Carlos Santigosa Gaspar escribió un libro que se titulaba El pendolista universal, una especie de tratado de caligrafía para imprentas, en el que nos demuestra su capacidad para este refinado arte. Desde luego es evidente como logra integrar todos los elementos visuales de la factura con ese juego de filigranas derivadas de la caligrafía.

Otro acierto son esas panoplias laterales en las que las armas blancas (espadas, alabardas) y de fuego (escopetas, fusiles) se han sustituido por sombrillas, paraguas y bastones. Una forma visual de mostrar el producto sin necesidad de alardear con él. O si se quiere una forma de visualizar los nuevos tiempos: el viejo símbolo del señor de "horca y cuchillo", su panoplia de armas, lleno ahora de los símbolos del burgués, paraguas y bastones.

En la de 1862 se respetan estos aciertos y se mejoran. El bouquet de flores se ha ampliado, ocupando más espacio, y se han diversificado sus ejemplares. Se nota ya perfectamente la delicadeza del trabajo litográfico, la suavidad de los contrastes entre unas y otras flores y hojas, que en la anterior era todavía algo rudo. Además, con esta ampliación del ramo central, se logra integrar todo el el mensaje escrito (propietario, domicilio, ciudad, ...) en el cuerpo central y desaparecen los adornos caligráficos de la de 1852.

Otra novedad es el rótulo superior. En la de 1852 utiliza una curva simple, mientras que en la de 1862 utiliza una suave ondulación, exactamente igual que había hecho en la primera factura de La Unión (entrada anterior). Se consigue así dar mayor dinamismo al aspecto general de la factura.

De la calidad del diseño es buena prueba el que se mantenga durante treinta años con pequeñas variaciones, y que algunos elementos se hayan conservados como emblemas posteriores.

Para mi sólo un reparo. Siendo una tienda de Abanicos, Sombrillas, Paraguas, por qué un producto tan plástico, tan atractivo y tan representativo como es el abanico no fue utilizado. Es una pena, porque de otros países, sobre todo de Francia, existen facturas magníficas con este elemento de protagonista central.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Calle Sierpes: Abanicos, Sombrillas, ... (4)

Hemos llegado a la década de 1870. Según las facturas del Archivo que, logicamente recogen sólo las compras de los Duques y sus empleados, existen dos comercios de este género: el ya conocido de Vides y Terán, pero ahora regentado por su viuda, y el de Colomina y Domínguez que, según dice D. Nicolás Salas (Mercurio Sevillano. Homenaje al comercio tradicional de Sevilla) es el antecedente de la Casa Rubio.



D. José Colomina y Arqués (1809-75) fue el creador del abanico moderno en la España de Isabel II como producto de lujo pero asequible al bolsillo de cada vez más gente, mediante la producción industrial que abarataba costes, pero no calidad. En 1872 el rey Amadeo de Saboya le dio el título de Marqués de Colomina. En Valencia tenía su fábrica y, según dice en la factura, contaba con tiendas en Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla. La de nuestra ciudad se situaba en la calle Sierpes, número 82, aunque en otra factura, conservada en el Archivo, de sólo un mes antes, se ha corregido el 2 por un número que puede ser tanto un 1, un 7 o un 9, no se distingue bien. Según D. Nicolás Salas estaba establecida desde 1853, pero no he encontrado ninguna factura de entonces. Pienso que era una fábrica de abanicos con sede en Valencia y que serviría desde esa fecha a cualquiera de las tiendas de la calle Sierpes y, ya en los años 70 o antes, la empresa crearía su propia red de venta, como prueba con toda seguridad esta factura.

La otra tienda es ahora de la Viuda de Vides y Terán, que conserva el mismo modelo de factura que su marido salvo el cambio de nombre y el número de la calle que es justamente el 81. Es decir, al lado o enfrente de la de Colomina y Domínguez. Incluso puedo aventurarme en pensar que lo que sucede es que tiene la representación de sus productos y por eso la cercanía de los números de la calle. Tal vez por eso en las facturas de esta casa no se utiizan los abanicos en su diseño, porque su venta se hace como delegación de Colomina y Domínguez. Así el antecedente de la Casa Rubio sería precisamente Vides y Terán.



La factura es igual que la anterior pero ya no figura el nombre de Carlos Santigosa. Es otro punto que no entiendo, porque este señor murió en 1899, pero desde 1870, más o menos, se pierde su rastro en el Archivo. Después de esa fecha sólo he visto una carta firmada por su hijo y ya no existen mas facturas con el nombre de su taller.

Para terminar sólo llamar la atención para que el lector compare los dos modelos de factura y saque su propia opinión. Para mi, triste y desangelada la de Colomina, y alegre y vistosa, atractiva, la de Vides.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Calle Sierpes: Abanicos, Sombrillas, ... (5)

De la década de 1880 sólo he encontrado facturas de la tienda de la Viuda de Vides y Terán y como pueden observar ya no responde al modelo de Santigosa. Muy simple y sin ningún encanto.



Pero voy a aprovechar que no tengo nada para comentar de esta factura, salvo lo que vende y para quién va destinado, y voy a mostrar dos ejemplares franceses de una Fábrica de abanicos (eventails) para comprobar la plasticidad de este motivo en cualquier diseño. Al comentar la calidad de la obra de Santigosa se lo echaba en falta, por eso creo interesante aportarlo ahora.

En esta factura de 1867 basta un abanico desplegado para llenar de contenido el mensaje comercial. No se necesita más.



Y en ésta de la misma fábrica francesa, pero de diez años después, un pequeño abanico, en el remate del adorno lateral, da su sentido a toda la factura.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Calle Sierpes: Abanicos, Sombrillas, ... (6)

En la década final del siglo ya no hay constancia de la tienda de la Viuda de Vides, y aparece una nueva en la calle Sierpes: la de J. M. Martínez Bosch, que se titula "sucesor de Colomina y Domínguez". Según esta factura de 1892, está situada en el número 64. Señal de los nuevos tiempos son los escudos y leyendas de las esquinas superiores que dicen, en uno, "privilegio de invención" y, en el otro, "marca registrada", es decir que sus productos son exclusivos y protegidos por los derechos de autor.



De cinco años después, 1897, es la siguiente, exactamente igual que la anterior, pero corregida con un sello de tinta azul que apenas se puede apreciar en la imagen. Sobre las iniciales de J. M. (Martinez Bosch) se ha estampado el nombre de Carmelo, y sobre la palabra "sucesor" (de Colomina y Domínguez) se ha puesto "antigua casa". Ahora el número de la tienda es el 66, en la misma calle.



La verdad es que estos dos documentos contradicen una versión bastante extendida sobre la instalación de la tienda de D. Carlos Rubio, es decir, la Casa Rubio, a finales del siglo XIX. En La Sevilla de los Montpensier (Focus, 1997), página 92, por ejemplo, hay una fotografía antigua, de la Hemeroteca Municipal, en la que se ve la fachada de la tienda con el rótulo "Carlos Rubio" y, al lado, el número de la calle, el 66. En el pie de la foto se nos dice que es de, aproximadamente, 1890 y, es evidente, que como mucho sería posterior a 1897.

Pero al mencionar a la famosa Casa Rubio del siglo XX, no quiero dejar pasar un detalle. En el artículo de D. Julio Domínguez Arjona sobre esta casa (http://www.galeon.com/juliodominguez/2005/caru.html) se fija en los detalles de los balcones. Le cojo prestada una de esas fotografías



y la comparo con los adornos laterales de las facturas de Vides-Santigosa. Yo, desde luego, no creo en las casualidades. El motivo utilizado por el taller de Santigosa en la factura es muy acertado y se nota en la pervivencia de estos pequeños detalles.



Incluso mi sorpresa ha sido mayor cuando hace unos días repasando unos legajos correspondientes a las propiedades de los Duques en Bolonia, encontre la factura que ahora presento de esta ciudad



También puede ser una casualidad, o un motivo repetido en toda Europa, pero no me extrañaría que hubieran contactos entre tiendas similares de Sevilla y Bolonia que tenían que atender a los Duques y que podían copiarse ideas.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 40

Cuando me planteé reunir las distintas facturas de este comercio sevillano no sabía nada ni de sus propietarios ni de la tienda, porque son documentos muy opacos y, por tanto, poco ilustrativos. Pero el último ejemplar de esta cadena de facturas me parecía tan espectacular que, por este motivo, lo utilicé en la serie anterior dedicada a la Torre del Oro.

Ahora quiero situar esa misma factura en la evolución de este comercio y suplir con la intuición lo que no me facilitan los documentos de los que dispongo.

En esta primera entrada presento tres facturas elegidas entre las de finales de la década de 1840, cuando los Duques de Motpensier se acaban de instalar en Sevilla (mayo de 1848), que me parecen muy significativas.

La primera es la única que nos da la información del domicilio: Sierpes 92, y está fechada el 3 de junio de 1848. El propietario es un señor de nombre A. Barthou.



A partir de la siguiente ya ni siquiera se da el domicilio. Como ya he explicado en otras entradas son facturas que responden al modelo puramente contable sin contaminación de cualquier reclamo publicitario: nombre de la entidad, propietario y el lema "precio fijo", que para aquellos tiempos sería algo así como "todo a cien", o similar, para nuestra época.
Otra novedad relevante en esta factura, de fecha 18 de septiembre de 1849, es que el nombre de Augusto Barthou (la A. de la anterior ya tiene contenido) está tachado y se ha escrito a mano "Teodoro Arcimís", el nuevo propietario, a juzgar por las siguientes facturas. Es lógico deducir que el cambio de titularidad se ha debido producir tan recientemente que ni siquiera se ha podido hacer una impresión correctora.



La tercera factura, de fecha 20 de diciembre de 1849, es exactamente igual que la anterior, pero ya lleva impreso el nombre del nuevo propietario: Teodoro Arcimís.
Muy pocos datos, en definitiva, porque los productos que se compran en las distintas facturas (objetos de escritorio y lámparas) tampoco nos ayudan mucho a caracterizar el Bazar.

martes, 24 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 50

Las facturas de la década de 1850 son igualmente sobrias y sencillas: nombre de la entidad, lema del "precio fijo" y propietario. Nada más, ni siquiera aparece el domicilio. Es prueba de una empresa consolidada y prestigiada que vende con sólo su nombre sin necesidad de publicidad de ninguna clase. En las tres que presentamos en esta entrada la única variación son los tipos de letras utilizados para el rótulo de la empresa.



Sin más datos busqué en Google "Arcimís Sevilla" intentando recabar alguna pista. Cuál no sería mi sorpresa cuando lo que encontré fue la noticia de un prestigioso astrónomo y meteorólogo nacido en 1844, llamado Augusto T. Arcimís Werle (también lo he visto escrito Werhle), que perteneció a la Institución Libre de Enseñanza y estuvo muy relacionado con D. Francisco Giner de los Ríos. Fue el primer director del Instituto Central Meteorológico, en Madrid y falleció en 1910. Un científico de prestigio, pero tan distinto a lo que yo iba buscando.



Sin embargo, había unos datos en esa biografía que me daban pistas a seguir. Primero el apellido, de origen griego, muy poco corriente, lo emparentaba directamente con el nombre de la factura. Por la fecha de nacimiento muy bien podía ser su hijo. Había nacido en Sevilla, pero estudió en Cadiz y su vida se desarrolló en esta ciudad, hasta que en los años 70 se marchó a Madrid.

A partir de estos datos comencé a montar mi propia hipótesis, porque recordaba haber visto una factura de un Bazar Gaditano de 1848 en el Archivo, y también en un lugar de subastas de Internet una factura de este mismo Bazar de Cádiz, pero de los años 80. Lo comprobé y efectivamente la del Archivo era de Augusto Barthou y la segunda de Teodoro Arcimís.

Ya tenía elementos suficientes para llenar de contenido esos escuetos datos de las facturas. En la próxima entrada lo explicaré con detalle.



Por último observen el nombre de quiénes firman el "recibí" en la segunda y tercera factura de esta entrada: en una es Rossy (su nombre debe ser Juan, aunque no lo escriba) y en la otra Francisco Carrera, a los que podremos ver posteriormente montando sus propios negocios como eficaces empresarios. El Bazar debió de ser una buena escuela para jovenes con iniciativa y espíritu emprendedor.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 60

De la década de 1860 esta es la factura del Bazar Sevillano, marzo de 1866, en la línea de todas las anteriores, sólo que ahora curva el rótulo y que el propietario es una sociedad de nombre "Arcimís y Compañía".



Es el momento de explicar mi hipótesis de trabajo.
Creo que el Bazar estaba sólidamente instalado en Cádiz, dirigido por Augusto Barthou. Ya he explicado en otra entrada anterior que el nivel comercial de esta ciudad era muy superior al de Sevilla en la primera mitad del siglo XIX. A pesar del golpe de la pérdida de las colonias americanas, la tradición comercial y burguesa gaditana se mantenía firme y lo he podido observar claramente en las compras y facturas de los Duques. Además también se puede comprobar como, a la sombra de ese repunte sevillano de los años 40, empresarios de aquella ciudad establecen sus negocios en ésta otra. Es el caso de Pickman, de Aponte, de la Litografía Alemana y de otros. Sevilla parece que tiene un futuro prometedor y recibe la aportación de empresarios foráneos, como Bonaplata, Ibarra, Lavallée, Dubuisson, Regnier, etc, atraidos por las nuevas circunstancias que está viviendo la ciudad.
Los gaditanos son unos más en este contexto y, por este motivo, no es de extrañar que el Bazar Gaditano estableciera una sucursal en Sevilla, dirigida por un hombre de absoluta confianza del propietario, llamado además a sucederle, como en otros muchos casos de empresas y comercios. Esta persona será Teodoro Arcimís, emigrante de origen griego, que se establece en la ciudad, en la calle más importante, ya en la primera mitad de la década de los 40, puesto que su hijo Augusto (es significativo que reciba este nombre idéntico al del Sr. Barthou) nació en 1844 en Sevilla. En 1849 el negocio pasa a Teodoro Arcimís, bien porque se retirara D. Augusto o porque falleciera, y se vuelve a Cádiz, la sede central de la empresa, después de dejar conolidado el negocio en Sevilla. Por este motivo su hijo, Augusto T. Arcimís, nacido en Sevilla estudia, sin embargo, en Cádiz y es, en definitiva, un vecino más de esta ciudad, como lo atestigua su biografía.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 70

En los años de la década de 1870 se produce un cambio radical en esta empresa: nuevos propietarios, Ramos y Moreno; nuevo domicilio, Tetuan 8, junto al Teatro; y nuevo estilo en la factura, con más adornos e información. Por cierto que ésta se imprime en una Litografía de París, M. Gerault.

Pero, en resumen, ahora ya es capital sevillano y empresarios autóctonos, que cuentan, además, con una trayectoria previa importante.



El apellido Ramos nos lo encontramos en muchas de las empresas sevillanas del último cuarto del siglo XIX, unas veces de forma colectiva (Hermanos Ramos) y otras de forma individual. El otro apellido que forma esta sociedad del Bazar Sevillano, Moreno, está presente también en muchas empresas pero, en cambio, no puedo asegurar que corresponda siempre al mismo individuo o familia.

Por ejemplo, de 1869 puedo presentar una factura de El Candado, en la calle Cuna de "Ramos Alonso y Fernández".



En 1873, éstos últimos son los propietarios de La Llave como "Alonso Fernández y Cª" (luego serán "Alonso Hermanos y Cª") y aparece como único propietario de El Candado "Enrique Ramos", en una factura de 1876, el mismo año en el que el negocio, un poco más tarde, será traspasado a los "Herederos de Labayen".

La firma de Moreno la relaciono con la ferretería de La Orden y Moreno, situada en las calles Siete Revueltas, 18 y Alcaicería, 42, entre los años 1856 y 1864. En esta fecha se traslada a la Plaza del Pan, 4, hasta que, hacia finales de 1873 o principios de 1874, es traspasada a la sociedad "Sánchez García y Cª".



Si mi hipótesis es correcta, tanto ese Ramos como ese Moreno, disponen, desde mediados de la década de 1870, del capital suficiente para hacerse cargo del Bazar Sevillano, como asi sucedió y lo prueba la factura de 1878.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 80

Y en los años 80, en concreto a principios de 1883, el Bazar Sevillano pasa a la familia Ramos bajo el nombre social de "Ramos Hermanos". Doy esta fecha concreta porque, como se puede observar, sobre la misma factura anterior, se imprime, en tinta roja, el nombre de los nuevos propietarios. La compra de la parte correspondiente a "Moreno" ha debido ser tan reciente que no ha dado tiempo a crear una nueva factura.



Esta es la nueva factura del Bazar Sevillano. Como se puede ver no presenta ninguna novedad en el diseño, salvo en la parte escrita donde se expone lo internacional de su oferta. También ha sido encargada a la misma imprenta de París que hizo la de los años setenta, aunque ahora es de la Viuda e Hijos de M. Gerault.



En este punto introduzco un nombre nuevo como es el de Francisco Ramos Calderón, que desconozco si pertenece a esta familia, pero que aparece ahora, en esta década de 1880, con un negocio de maderas que va a tener bastante proyección futura. El nombre de Ramos no es tan exclusivo como el de Arcimís, es mucho más corriente, pero su coincidencia con la fecha me da que pensar, así como que el tipo de empresa sea muy diferente, seguramente para diversificar los negocios de la familia y no hacerse la competencia entre ellos. No tengo seguridad en lo que afirmo, pero lo dejo escrito por si, más adelante, puedo hallar nuevos datos.


viernes, 20 de noviembre de 2009

Bazar Sevillano, años 90

¡¡Y ésta es la última de esta serie del Bazar Sevillano!!

Ya la he ofrecido en el remate de la colección de facturas dedicadas a la Torre del Oro. Me pareció tan interesante, que no he dudado en ofrecer esta otra serie, dedicada exclusivamente al Bazar Sevillano, sólo para verla dentro de la propia evolución de este comercio.



Es la vuelta a los orígenes en cuanto a la simplicidad del mensaje escrito: sólo el nombre del comercio y sus propietarios. Ni domicilio, ni productos, ni siquiera un slogan o lema. Nada, absolutamente nada. Pero el mensaje visual es una maravilla, porque realmente es un mini-cartel publicitario, o un pre-cartel. En grande y en color llamaría la atención en cualquier lugar que se colocara.

Ahí queda, porque merece la pena contemplar esta pequeña, o ¿menor?, obra de arte.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Torre del Oro: Prólogo

En esta serie que inicio ahora de ocho facturas distintas que tienen como imagen representativa la Torre del Oro, voy a presentar como prólogo este detalle de un Diploma que le entregó el Centro de Bellas Artes de Sevilla a la Duquesa Viuda de Montpensier en los años 90, más en concreto en 1895. Me parece interesante ofrecer estos detalles de la pintura que sirve de fondo al Diploma, con esa vista tan sugerente y, a la vez, inédita del río y de Sevilla.



Es la imagen de la parte inferior del Diploma que ahora presento completo. Tiene el tamaño algo mayor de un A3, y, por lo tanto, el detalle viene a ser algo menor del tamaño de una cuartilla.



Lástima no conocer su autor porque la calidad del trabajo es realmente notable, por eso incluyo otro pequeño detalle del medallón superior donde está recogido el retrato de Dª Luisa Fernanda, con las inciales M.L.F. I.D.E. (Mª Luisa Fernanda Infanta de España).

viernes, 6 de noviembre de 2009

Torre del Oro (1)

En esta serie de entradas presento la imagen de la Torre del Oro como protagonista de algunas de las facturas confeccionadas en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIX. Es lógica su utilización, sobre todo en las empresas relacionadas con el puerto, bien fueran navieras o agentes de aduanas, pero también en otras que deseaban utilizar este emblema de la ciudad.

El resultado son estas facturas que van a continuación y que oscilan entre la estampa popular y la culta, con mayor o menor perfección técnica y con más o menos fidelidad a la realidad.

La primera de la serie, porque es la más antigua de las localizadas en el Archivo, es ésta de Rafael Deu y Compañía y su Almacen de Curtidos del año 1857. La factura es del tamaño de una cuartilla y la viñeta es, como se puede suponer, muy pequeña, de sólo unos centímetros. Sin embargo está muy bien trabajada, con lo que al ampliarla no pierde calidad.



No consta el taller impresor, pero por otra anterior de la Litografía de Carlos Santigosa, a la que ya me he referido cuando presenté la factura de los Srs. White y Compañía, del año 1854, puedo suponer que se realizó en este taller aprovechandose de ese trabajo ya realizado pero, ahora, contenido en un óvalo mas reducido.



La imágen se comenta por sí sóla y no se necesitan palabras para disfrutarla. Así como para advertir las licencias del grabador, por ejemplo esa Plaza de Toros al lado mismo del Hospital de la Caridad.

Torre del Oro (2)

Esta factura es la segunda en el tiempo: 1859 y es de una empresa naviera de barcos de hierro a hélice que realiza el transporte entre Sevilla y Bonanza. En concreto esta factura es el pasaje de D. Isidro de las Cagigas, secretario del Duque de Montpensier, que había llevado a Sanlúcar de Barrameda muebles y otros objetos, no sabemos si suyos o encargo de los Señores. Se da la circunstancia de estar Dª Luisa Fernanda embarazada (dará a luz en mayo a su quinto hijo y primer varón, Fernando) y, para que el acontecimiento tuviera lugar en Sanlúcar, como se lo habían pedido sus vecinos, los Duques se trasladaron muy pronto a esta ciudad, en pleno invierno, sin esperar a que llegara el verano.



En esta factura la viñeta es aún más pequeña que en la de 1857 y el papel, aunque es de buena calidad, resulta muy fino y se transparenta el reverso impreso. Pero aún así la calidad de la impresión es inmejorable como podemos observar en el detalle ampliado de esa viñeta. No es desde luego un trabajo cualquiera y parece realizado por una mano experta.



La vista está tomada desde el muelle situado a la altura de San Telmo, por lo que el río Tagarete aparece en primer término, desembocando en el Guadalquivir, y detrás la Torre, aunque en estas fechas ya debía estar entubado. Esto último se puede explicar porque el grabadito puede ser anterior al año en que se expidió esta factura. Al fondo aparece la imagen de Triana.

De todas formas hay algo que no veo bien en el dibujo, por eso lo presento ahora invertido y así si lo entiendo. O tengo un problema de lateralidad o es que al imprimir la imagen se tuvo en cuenta las letras pero no el dibujo.

Torre del Oro (3)

Esta factura, de 1865, es también de una empresa naviera que hace el trayecto Sevilla-Marsella y sus puertos intermedios. Transporta cajas de losetas-mosaicos de la empresa valenciana Molla y Sagrera, de la que ya he presentado una factura en las entradas del mes de Julio.



Contrasta esta factura en todo con las dos anteriores, tanto la de 1857 como la de 1859. El papel es de ínfima calidad, se ha ennegrecido y transparenta el reverso de forma que, en algunos lugares, dificulta su lectura. Pero es interesante dar a conocer ese reverso y, como documento de valor histórico, lo presento aquí.



La viñeta, también muy pequeña, se puede calificar, sin lugar a duda, de arte popular, de realización ingenua, ligada a las estampas y otras representaciones similares.



El punto de vista es el mismo que en la anterior, por eso la desembocadura del río Tagarete aparece en primer término y en la otra orilla del Guadalquivir se observa mas que el perfil de Triana, por el ángulo de visión, lo que pudiera ser el Convento de los Remedios. El grabado debe ser muy anterior a la fecha de la factura porque ya hacía años que el pequeño Tagarete había sido soterrado.

Al inertir la imagen, como he hecho en la entrada anterior, me queda más inteligible y ya no creo que la otra orilla recoja el convento de los Remedios sino el inicio de Triana.

Torre del Oro (4)

Esta factura es la de un agente de aduanas llamado Aniceto García y es de 1867. Está relacionado, por tanto, también con el puerto, por lo que no tiene nada de extraño que se utilice la Torre del Oro como emblema o símbolo de la marca comercial.
Las facturas de los agentes de aduanas son habitualmente pequeñas, de tamaño algo superior a la media cuartilla, asi que la viñeta es también muy reducida. Si a esto unimos que el papel estaba en muy malas condiciones, con dobleces que lo han deteriorado, el aspecto de la factura es bastante deplorable.



De todas formas, en esta ampliación, se puede ver bien la imagen de la Torre del Oro, en lo que es, de nuevo, una representación de carácter popular, sencilla y sin sofisticación. En esta factura se vuelve a ver la Torre desde la otra orilla como en la de 1857, pero los edificios que hay detrás no parecen muy acordes con la realidad existente en 1867, aunque por la finalidad de la representación, en una viñeta tan pequeña, no era ese el aspecto más importante, sino resaltar la presencia de la Torre del Oro.



La factura ha sido realizada en la Litografía Alemana que, a partir de ahora, con Carlos Schlatter, se está afianzando en la ciudad y va a acabar sustituyendo a la Litografía de Carlos Santigosa, quien desde finales de los años 60 deja de hacer este tipo de trabajos.

Torre del Oro (5)

En 1876 esta factura de Urquiza y Barrial, fábrica de camas de hierro dulce, es la que vuelve a utilizar la imagen de la Torre del Oro en el diseño. No creo que el diseño sea original, sino basado en un modelo de factura que se repite con variantes en otras de empresas diferentes.



He conectado los dos detalles de los laterales de la fábrica y se ve perfectamente que es un paisaje ficticio en el que el único punto reconocible de Sevilla es su famosa Torre.



En esta otra factura de la misma empresa, pero del tamaño de una cuartilla (la otra era similar a un folio), el paisaje es más verosímil, pero igualmente ficticio.



Si repetimos la operación de antes y unimos los paisajes de los laterales de la fábrica podemos observar un puerto más homologable con el Guadalquivir, pero las montañas del fondo nos alejan de la realidad sevillana.



Lo que nos vienen a demostrar ambas facturas es el valor de símbolo de la Torre para localizar en Sevilla una vista standard que podía ser de cualquier puerto.

Para terminar con esta empresa presento una última factura de 1880 en la que los propietarios son ahora los hermanos Urquiza, pero el diseño no ha variado salvo en el rótulo de los titulares.

Torre del Oro (6)

De 1883 es esta nueva factura con la imagen de la Torre del Oro y de nuevo pertenece a un agente de aduanas: Román García Gil, en este caso.



La imagen, aún mas pequeña que en las demás facturas, es muy simple y bien diseñada, sin perder su carácter de representación popular, algo ingenua en los detalles y en la utilización de la perspectiva.

Torre del Oro (7)

Esta factura es distinta de todas las otras por varias razones. Es de una imprenta-papelería, propiedad de Antonio Bayo (1888), y utiliza la Torre para una de las medallas del diseño, sólo por ser el símbolo de Sevilla que mejor podía ocupar ese espacio circular, tan pequeño en el conjunto del formato, pero fácilmente reconocible.



Otra característica que la hace diferente es su diseño extraño a las formas sevillanas del momento, como se puede comprobar en la factura que presentamos ahora, también de Antonio Bayo, pero del año anterior, en la que se utiliza un modelo francés, conservando incluso el idioma en los productos. Es la plantilla que le ha servido como base para la de 1888.



Y este es el detalle de la medalla, en el conjunto del medallero que indica los distintos productos comerciales. Es tan pequeña que practicamente no nos puede indicar nada sobre la Torre salvo reconocer su indiscutible perfil. Sin embargo tal vez sea la que mejor guarda las proporciones reales de la torre.