domingo, 21 de junio de 2009

Los años 80 y "El Porvenir"

A partir de septiembre de 1882 desaparece, en los resguardos de suscripción al diario, la firma de "Piñal y Alba Hermanos" y aparece una nueva que es la de "Enrique Piñal y Alba", que permanecerá hasta septiembre de 1889, sustituida por la de "Viuda e Hijos de E. Piñal". Los nombres lo dicen todo, sin necesidad de más explicaciones. Es lo normal en un periódico que es propiedad de una familia, como en este caso los Piñal.



Lo sorprendente para mí es el hecho que de los años 90 no se conserve en el Archivo ninguna factura de suscripción a este diario. Algo muy extraño porque de los demás periódicos siguen existiendo las correspondientes renovaciones de cada suscripción. No se si es una casualidad, pero coincide con la muerte de D. Antonio de Orleans, el duque de Montpensier, el 30 de enero de 1890. Dejo en el aire una hipótesis porque es muy chocante esta coincidencia. Podría ser que no gustara a la familia, viuda e hijos, el tratamiento informativo que dio el periódico a toda la noticia y, en consecuencia, molesta, no quisiera renovar la suscripción. Es la única explicación que se me ocurre, porque realmente destaca esa ausencia.

Por último todavía puedo mostrar una factura más del diario, de noviembre de 1884, con un dato contradictorio con la información dada anteriormente:


El dato es que sigue la firma "Piñal y Alba Hermanos", dos años después de verla desaparecer. Pero esto es muy frecuente en este mundo de las facturas. Para asuntos de rutina y de poca entidad se aprovechan muchas veces modelos antiguos que habían sobrado. Lo malo es que en la rúbrica, a mano en este caso, vuelven a poner "Piñal y Alba Hermanos". Podemos pensar que el oficinista que la hizo no sabía qué firma poner y copió la de arriba. También es una suposición, pero lo importante es la realidad del documento.

sábado, 20 de junio de 2009

Otra factura salida de los talleres de "El Porvenir"

Como ya hice en las entradas correspondientes a los años 50, quiero acompañar la labor de la imprenta en los años 70 con una factura representativa del momento, pero de otra empresa y, por supuesto, realizada en sus talleres.
He elegido ésta porque es de Triana y, hasta ahora, no he presentado nada de esta parte de Sevilla. No hay duda que era la zona industrial de la ciudad y de ella son incontables el número de facturas, muy centradas en la alfarería, pero también en el esparto y el cáñamo o en la producción de jabón, y, siempre, con el nombre de Triana al lado del de la calle. La personalidad del lugar es innegable hasta en ese detalle.



Es una factura muy simple, pero muy bien diseñada. Aparentemente responde al modelo estrictamente contable, con el nombre del propietario y del domicilio muy bien destacado, pero incorpora, a ambos lados, una lista de los productos que elabora, propio de la factura-muestrario. Es un tipo mixto entre ambos modelos, diríamos para clasificarla.
Pero hay otro motivo para explicar su elección y es el nombre de la persona que ha hecho el encargo del material. Se lee perfectamente: Juan Talavera, el arquitecto que ha ocupado el lugar de D. Balbino Marrón, ya fallecido, en los proyectos constructivos de los Duques de Montpensier. Lógicamente nos referimos a Juan Talavera y de la Vega, pues en esta fecha el hijo, Juan Talavera Heredia, ni siquiera había nacido.
Debido a las circunstancias políticas vividas a partir de la Revolución de 1868, los duques faltan de Sevilla desde, practicamente, 1870. Han vivido en el exilio en París, incluso han acondicionado una vivienda a su gusto en esa ciudad, pero ahora está en marcha la futura boda de su hija, Mª de las Mercedes, con su primo el rey Alfonso XII. Es explicable así que, desde Francia, se hayan dado órdenes para preparar el palacio de San Telmo y el de Castilleja con vista a los próximos acontecimientos. El arquitecto de la Casa Ducal comienza a poner en marcha esos proyectos y esta factura es la prueba.
Como ya sabemos, de esta relación con sus clientes, los Duques, surgirá el "Costurero de la Reina", años más tarde.

jueves, 18 de junio de 2009

La imprenta de "El Porvenir" en los años 70

Con D. Ramón Piñal y Alba hemos asistido a la transición entre la primera y la segunda generación de la familia Piñal. A través de las facturas que he podido estudiar entiendo que a partir del año 1872 el padre desaparece de los negocios que hemos seguido en las entradas anteriores. En el Almacén de Maderas es así, porque hasta ese año sigue firmando en las facturas, pero en las suscripciones al diario "El Porvenir" se deja de utiliza su sello ya a final de 1870. El motivo lo desconozco, pero no sería de extrañar que, por motivos de salud, fuera dejando sus negocios en manos de sus hijos de forma progresiva. Desde luego, a partir de 1872, no encuentro ya ninguna referencia más del padre.
Esta es la última suscripción, diciembre de 1870, que lleva su sello, el mismo que se utilizaba desde los años 50. Por cierto, es curioso observar que ahora las oficinas están en Sierpes número 33, siguen, por tanto, deambulando por esta calle.


A partir de ahora, éste será el nuevo sello. Aquí presento uno del año 1875, pero es que, en las facturas de suscripciones de años anteriores, la impresión del sello, por un motivo o por otro, no se ve bien al escanear. Son papeles muy pequeños, del tamaño de una tarjeta de visita, guardados de cualquier manera, sin el menor cuidado, y lo que más sufre es justamente el sello. He elegido éste porque se lee perfectamente la nueva razón social: "Piñal y Alba Hermanos".


La misma que vemos en esta factura de la imprenta, del año 1876.



Esta es una de esas facturas que yo clasifico como factura-muestrario, porque indica los trabajos que se pueden hacer en la imprenta, por este motivo es muy instructivo fijarse en esa lista que aparece al margen y conocer el tipo de papeles impresos que se necesitaban en aquellos tiempos. La novedad, para mi, aunque debo de comprobarlo con más consistencia, es que es la primera vez que aparece en una imprenta que pueden hacer "carteles", justo el símbolo de la publicística de los nuevos tiempos. Ya es un detalle que ellos mismos utilicen el color de tinta azul en la confección de su factura.

martes, 16 de junio de 2009

Una última versión de la misma factura


Es la última que presento del Almacén de Maderas. En el Archivo no existen mas variantes. Es de septiembre de 1876 y se ha abandonado el tipo de factura-muestrario, de la entrada anterior, para volver al tipo de factura inicial, que he definido como pre-cartel, es decir, con una imagen bien significativa y muy llamativa, como es la que se utiliza desde 1867. Sólo que se ha reducido un poco el espacio que quedaba a la izquierda del edificio de los Piñal, por lo que el antiguo Almacén de Madera del Rey casi desaparece. También se ha eliminado el marco, sustituido por unos adornos idénticos a un lado y otro. Y, por último, ya figura el nombre completo del nuevo propietario: D. Ramón Piñal y Alba.
Poco más voy a destacar, salvo que la venta recogida en la factura no es de madera, sino de cemento, prueba de la diversificación empresarial que vimos en la entrada anterior.
En el Archivo ya no tenemos mas documentos de este empresario que lo impliquen en otras actividades, salvo los que puedan corresponderle de la razón social "Piñal y Alba Hermanos", utilizados para firmar las suscripciones al diario "El Porvenir" y las facturas de la imprenta.
Si conozco por el libro de D. Francisco Aguilar Piñal, Vencer la noche, su implicación en la pugna para instalar la iluminación eléctrica en Sevilla, en los años 90, lo cual viene a corroborar el carácter de inquieto y decidido empresario que hemos podido observar a través de esta serie de facturas.
Termino esta entrada para hacer notar la presencia de las primeras pólizas en estos documentos de compraventa. Recuerdos del ayer, que perdurarían mas de un siglo.

domingo, 14 de junio de 2009

La factura-muestrario de 1873

En este año nos encontramos con una nueva factura de los Almacenes de Maderas de R. Piñal, pero en realidad es casi idéntica a la de 1867, ya presentada, con la particularidad de tener un reverso en el que se enumeran y describen los distintos negocios de D. Ramón Piñal y Alba, hijo, que ya ha debido de hacerse cargo de ellos (por fallecimiento del padre o por encargo de éste, ya que desconozco la fecha de su muerte para asegurar una causa u otra). Se puede clasificar como el tercer tipo de factura que, en una entrada anterior, analicé: la factura-muestrario, en la que se hace un catálogo de productos o servicios de la empresa o del empresario. De la misma manera que ahora se buzonean las ofertas de los grandes almacenes, ya entonces se practicaba algo así con las propias facturas. No era algo inusual y tendremos ocasión de ver algunas muy interesantes, tanto como ésta que presentamos, porque nos dan una información de primera mano sobre aspectos que no encontraríamos de otra manera.

Este es el anverso, igual que el de 1867, aunque sin el rótulo de "Almacén de Maderas" en la parte superior del dibujo.



Pero fácilmente se observa la novedad que aporta, puesto que el papel se transparenta mucho, al no ser de calidad. Damos la vuelta a la factura y éste es el reverso que nos interesa:



Aunque se lee perfectamente, resumo brevemente los negocios que dirige D. Ramón Piñal y Alba, nombre que figura en el encabezamiento:
- almacén de maderas, de la calle Reyes Católicos,
- bacalao de procedencia variada (aunque parece que se ha tachado con una línea negra),
- cemento inglés de Pórtland, que se vende en los mismos Almacenes de Madera,
- Revalenta arábiga de los Srs. Barry du Barry y Cia. de Londres. Se pueden pedir prospectos e instrucciones en la calle Once de Febrero (O’Donnell), donde estaba la imprenta del Porvenir entonces,
- Extracto de carne Liebig. Se vende en el mismo sitio, pero ahora pone el nombre anterior de la calle, O’Donnell, el mismo que sigue llevando hoy.
- Imprenta y Litografía de El Porvenir, y aquí ponen el nombre antiguo de la calle y el nuevo, es decir, O’Donnell y Once de Febrero.
- El Porvenir. Diario Político.

En definitiva, el hijo (Ramón Piñal y Alba) se ha hecho cargo de las dos empresas. El Almacén de Maderas y la Imprenta y el Diario del Porvenir son ahora suyas, aunque desconozco el motivo, como ya he dicho arriba, si por fallecimiento del padre (Ramón Piñal Martínez) o por delegación de éste, que intentaría así introducirlo en las tareas empresariales, bajo su tutela. Desconozco la fecha de la desaparición del padre, pero, es verdad, que a partir de 1872 no encontramos ya ningun rastro en la documentación del Archivo.

Un último detalle. "El Porvenir" lo vimos que desfilaba por la calle Sierpes, en las sucesivas facturas que presenté, correspondiente a los años 50. Primero estuvo en el número 13, para trasladarse luego al número 116, y, posteriormente, al número 33. Ahora, en los años 70, está en la calle O'Donnell, número 46, la antigua calle de la Muela y, durante 1873, calle Once de Febrero.

La factura de 1871



Como se puede observar es una variante de la de 1867. La viñeta es la misma, pero se la ha aislado de lo que son las señas esenciales de la empresa (nombre y domicilio), que quedan arriba a la izquierda, aunque el nombre del propietario se mantiene en la parte inferior del dibujo.
El otro detalle que se debe destacar es la firma: Ramón Piñal y Alba, es decir el hijo, que ya desde 1868 debe participar activamente en este negocio, pero del que todavía no habíamos visto su rúbrica. También su hermano Federico firma en otra de las facturas de estos años. Los hijos van entrando en las actividades del padre, bajo su supervisión, porque hasta 1872 éste sigue dejando constancia con su firma de quien dirige la empresa.

Aprovecho que ésta es una entrada breve porque ya se dijo todo en la anterior, para aclarar algo que me han preguntado sobre el edificio que se ve a la izquierda. Para ello tomo prestado del libro de Diego A. Cardoso Bueno, Sevilla. El Casco Antiguo. Historia, Arte y Urbanismo, (2006), sus palabras:

Almacenes de Madera del Rey. Utilizados como lugar de depósito y distribución de las maderas procedentes de la Sierra del Segura, que llegaban a la ciudad a través del Guadalquivir, fueron construidos en 1735. Su planta es rectangular y originalmente tenía un solo piso abierto, en tres de sus frentes, por medio de grandes arcos sobre pilares, rematándose el conjunto con áticos y garitas, coronados por frontones con pináculos. El edificio ha llegado a nosotros completamente transformado, al levantársele dos plantas de pisos sobre la suya propia, clausurándose los arcos de las fachadas, y disponiéndose una estación de autobuses en su interior, hasta hace pocas fechas. Estas obras fueron dirigidas por A. Delgado Roig y A. Balbontín Orta hacia mediados del siglo XX (página 264).

Esta cita nos sirve además para comprender mejor tres aspectos. Primero, el nombre de la calle que aparecía en la primera factura del Almacén (calle Segura). Segundo, que el lugar elegido no es sólo por el nuevo puente sino también por estar al lado del lugar donde tradicionalmente llegaba la madera a Sevilla. La visión empresarial de D. Ramón Piñal queda refrendada de una forma incuestionable: ahí están en el dibujo, uno al lado del otro, el viejo y el nuevo almacén de maderas. Y tercero, la imagen del Almacén como fue construido en 1735, sin las modificaciones del siglo XX.

miércoles, 10 de junio de 2009

La gran factura de 1867

Con esta entrada llego a una factura que tiene un especial significado para mi.

En el Archivo había dos tipos de documentos: los interesantes y .... las facturas. A los primeros pertenecían la correspondencia, sobre todo, porque nos daba informaciones vivas del discurrir diario de una familia que nos permitía hacer un retrato, aunque somero, de aquella sociedad. Junto a esta correspondencia había otros documentos de entidades públicas o privadas que servían para completar esa visión. Y luego estaban las facturas, los comprobantes de cuentas, presupuestos, libros de caja, apuntes de cuentas diarias, etc. Algo tedioso y sin gracia alguna, sólo útil, pensaba yo, para estudios de historia cuantitativa, a partir de secas estadísticas. Es verdad que cualquier gasto por mínimo que fuera, incluso una propina, tenía su correspondiente papel justificativo. Aunque fueran cuatro garabatos mal escritos, allí estaba recogido en forma de factura, comprobante o justificante, según los casos. En definitiva, era algo realmente aburrido y pesado, tanto por la cantidad como por la aridez propia de ese tipo de documentación.

Pero un día, dentro de uno de esos montones de facturas y documentos contables, estaba ésta que presento. Me sorprendió reconocer de un vistazo el lugar concreto, tan familiar para mi, la calle, el puente, el nombre de la calle, hasta .... ¡el edificio en el que se cogía el autobús para Huelva! (las cocheras de Damas). Entonces caí en la cuenta que, a lo mejor, estos documentos podían tener otra lectura diferente que nos permitieran conocer el pálpito diario de la vida de una ciudad en otros tiempos. Esto es lo que pretendo hacer al trabajar este blog.

Y esta es la factura. Para mi, de verdad, ¡impresionante!



Me da la sensación de estar descubriendo el Mediterráneo, porque esta imagen tiene que ser conocida. El Almacén de Maderas tuvo una larga existencia (según las facturas conservadas en el Archivo) y de este modelo se hicieron incluso variantes. Por lo tanto se tienen que haber conservado en otros Archivos o en colecciones privadas, pero no la he visto reproducida en ningún lado y, siendo tan interesante, no me lo puedo creer.

Pero vayamos a la factura, que es lo importante. Está fechada el 30 de noviembre de 1867. Pertenece a esa categoría, que he llamado en la entrada anterior, de factura pre-cartel, es decir, con una imagen muy llamativa, del estilo que había puesto de moda, en Sevilla, la Cartuja de Pickman, exhibiendo su fábrica. En este caso, es el Almacen de Maderas en ese lugar privilegiado de la ciudad, resultado de la construcción del Puente de Triana.

El grabado tiene un cierto aire "naif", pero es bastante fiel a la realidad. Con mucha profundidad, por lo que al final de la calle Reyes Católicos, la antigua Alamedilla de la Puerta de Triana, se observa ésta, que todavía existía entonces. Si la memoria no me falla creo que esa Puerta fue derribada en 1868, un año después de la fecha de esta factura. Incluso detras se advierte la silueta del Convento de San Pablo, todavía existente entonces. Otras construcciones son fácilmente reconocibles. Lo que si me despista es esa torrecita que aparece sobre las manzanas de casas de la acera de la izquierda. No la identifico con nada y lo único que me recuerdan son esas torres miradores de las casas de la ciudad de Cádiz, construidas para avistar la llegada de los barcos. Pudiera ser algo similar, si tenemos en cuenta que delante queda el Arenal y el río.

Por la calidad de la imagen merecería la pena conocer su autor, pero no figura ningún dato, ni siquiera la imprenta donde se realizó, aunque es obvio que fue en la del Porvenir, cuyo propietario, como ya sabemos, era el Sr. Piñal. En una factura anterior, la del Sr. White, firmaba "R. Mercier", trabajando en esta imprenta, pero no me recuerda su estilo, son muy diferentes las dos facturas. Más me recuerda al autor de la factura de la Cartuja de Pickman, aunque la solución del marco de ésta de Piñal la encuentro mucho menos imaginativa que la utilizada en aquella.

No digo nada más, porque la imagen habla por si misma. Merece la pena verla una y otra vez y compararla con la realidad actual.

Sólo un detalle más, para enlazar con la próxima entrada. En el Archivo tenemos otra factura igual que ésta, pero fechada justo un año después (30-XI-1868), y la firma de quien recibe el importe del material es del hijo, D. Ramón Piñal y Alba, que, de esta forma ya comienza a hacerse cargo de los negocios del padre, aunque de forma progresiva, porque en otras facturas de los años siguientes se mantiene la firma del padre.

lunes, 8 de junio de 2009

El Almacen de Madera de D. Ramón Piñal

Vuelvo a D. Ramón Piñal Martínez después de haber repasado las facturas que salieron de su imprenta de "El Porvenir".
En los años 60 debió iniciar una nueva aventura empresarial en el sector de la madera. Así nos consta por esta primera factura que presento, del año 1865. Lo interesante es la ubicación en la calle de Segura, pero añadiendo "Alamedilla de la Puerta de Triana", una zona que está transformándose por efecto del Puente de Triana y la apertura de la calle Adriano.



Del mismo año es la segunda factura, pero el domicilio, debido seguramente a la adaptación urbana de esta zona, lleva el nombre de Reyes Católicos, y aclara "frente al Puente". Un detalle que debemos observar es la firma, porque nos servirá para identificar el momento en que el negocio se lo ceda a su hijo. Los dos se llaman Ramón Piñal y pueden confundirse, aunque éste añadirá "y Alba" para evitarlo.



Son dos facturas típicas de las que clasifico como modelos de estricta contabilidad. Son sencillas, con un encabezamiento más o menos adornado (casi siempre poco, en este modelo de factura), en el que constan los datos del nombre de la empresa, propietario y domicilio, y poco más. Nada tiene que ver con otros modelos que he presentado anteriormente en los que se intenta dar un sello de marca representativo, que llame la atención. Algo así como un pre-cartel, que sería el caso de las de White, Bonaplata o la Cartuja de Sevilla, con imágenes fáciles de recordar y asociar a la empresa. En definitiva, son muy visuales, como luego pretenderá hacer el cartel publicitario. Un tercer modelo de factura, como las que ya he presentado de Lastortres o Calvi, son las muestrario, en las que se facilitan la lista de productos o servicios que ofertan, a veces incluso con dibujos de los mismos.

domingo, 7 de junio de 2009

Cahill, White y Beck



Aprovecho esta entrada para presentar una factura del año 1848 de "Cahill, White y Beck" que puede servirnos para comprobar lo que ha cambiado en la Sevilla de mediados del siglo XIX, sólo con compararla con la de White de 1854. Seis años distan entre la rudeza y torpeza de una y la elegancia y cuidado de la otra. Por eso puede ser todo un símbolo, bien representativo, de cómo está surgiendo una nueva clase empresarial. De este "Almacén General de Madera, Hierro y otros" (curioso el hecho de que al imprimir la factura parece que no sabían de qué iba a ser el almacén y lo dejan en blanco para rellenar a mano) surgirá la "Fundición de White", que ya hemos visto, y el "Almacén General de Maderas" de D. Lucas Beck, empresa que, por cierto, tiene otra factura magnífica, fechada en 1854, el mismo año de la de su antiguo socio White.
Es significativo observar el trabajo de la imprenta y comprobar que las tres primeras letras de White no están bien alineadas, algo inaceptable para cualquier empresa que se precie, o que es almacen de madera e hierro y vende .... carbón. Pero aquí están las semillas de lo que muy pronto van a ser nuevas e importantes empresas.
Otro dato puedo aportar en este mundo de facturas. En el Archivo también hay muchas procedentes de Cádiz con las que podemos compararlas. Las de esta ciudad demuestran la importancia de la tradición comercial gaditana y, las de estos años de mediados del siglo XIX, tienen una calidad muy superior a las de Sevilla. Incluso comercios de pequeñas poblaciones, como el Puerto de Santa María (donde los Duques de Montpensier pasaron su primer verano), encargan sus facturas a imprentas de la capital y sorprenden por su diseño y confección.

sábado, 6 de junio de 2009

S. White y Compañía, 1854



Creo que esta es una de las joyas que puedo presentar en este blog, similar a la factura de D. Narciso Bonaplata (ver una entrada anterior), pero con el valor de ser inédita, o, por lo menos, no he sido capaz de encontrar ninguna referencia sobre ella.
Y además es valiosa no sólo por su diseño y trabajo, sino por su valor histórico como testimonio de una determinada actividad industrial en nuestra ciudad: la siderurgia, vanguardia de una incipiente revolución industrial, y también porque prueba, con el servicio que se factura (la compostura de una máquina de vapor), esa nueva mentalidad que está penetrando en nuestra ciudad, capaz de aplicar la máquina de vapor al riego de los jardines y huertas de San Telmo, es decir, la revolución industrial al servicio de la agricultura.
La factura está fechada en 1854 y es la única existente en el Archivo. Debió, por tanto, de realizarse en ese año o el anterior, como mucho.
Lo primero que llama la atención es su cuidado diseño, muy bien trabajado, fusionando a la perfección el motivo ornamental con el tipográfico, adaptando éste al espacio que aquél le abre, con el uso de bien escogidos tipos. Un repaso visual no nos deja dudas sobre su elegancia y exquisitez, casi parece más propia de una tienda de lujo o grandes almacenes que de una Fundición, diría yo.
Pero lo que me llamó la atención inmediatamente es que está firmada: “Grabó R. Mercier”, en la misma caja del dibujo (en la parte de abajo, a la derecha, y al otro lado, a la izquierda, “Litogª del Porvenir”). Me parece que es suficientemente significativo este hecho, porque nos indica que no se trata de un encargo rutinario, para la actividad comercial, es algo mucho más importante. Por eso se debió de contratar a alguien expresamente, quien además firma como si fuera un grabado y reconoce, de esta forma, orgullosamente, su paternidad. Lástima no haber podido encontrar nada sobre R. Mercier, lo único que puedo decir de él es que, a la vez que hizo este diseño, realizó el de la propia imprenta, como ya he precisado en la entrada correspondiente. Las dos facturas, aunque muy distintas, tienen un estilo similar.
Seguramente confluyen en este hecho de la firma dos circunstancias. Por un lado la innovación que significa la litografía frente al trabajo tradicional de la tipografía de las viejas imprentas. Se trata de algo nuevo que no está al alcance de cualquiera, por eso el Sr. Piñal, propietario de la imprenta y, a su vez, inteligente empresario, y el Sr. White, dueño de la empresa que encarga la factura, contratan a quien mejor puede hacer el trabajo. Por otro lado, esa recién constituida nueva Fundición tiene que competir con la consolidada y prestigiada de D. Narciso Bonaplata que tiene un modelo de factura muy significativa. Son empresarios sagaces y se dan cuenta que, en estos nuevos tiempos, hay que saber vender el producto. La factura cumple así un doble papel, por un lado, como documento contable y, por otro, como recipiente de la marca o enseña de la empresa. Por eso no es de extrañar que en estos años cincuenta del siglo XIX se diseñaran algunas que se han convertido en emblemáticas de la ciudad de Sevilla. Basta recordar la de la Cartuja de Pickman o la mencionada de Bonaplata, ambas recogidas en entradas anteriores.
Ésta que nos ocupa, la de los “S. White y Compañía”, a pesar de su elegancia y delicado diseño, una auténtica maravilla, sin lugar a dudas, no debió satisfacer a la empresa y, muy pronto, se buscó otro diseño, tal vez menos lujoso pero si más comercial, semejante ahora al de la Cartuja de Pickman. Se trata de una vista de Sevilla desde, más o menos, la actual calle Betis. Es otra pequeña joya, pero al formarse pronto la nueva empresa “Portilla Hermanos y White” tuvo muy poca vigencia y sólo conservamos un ejemplar en el Archivo, además con pequeñas manchas. En su momento la mostraré, porque está relacionado con otro taller de litografía, el del Sr. Carlos Santigosa, del que quiero presentar varias cosas muy interesantes.