sábado, 6 de junio de 2009

S. White y Compañía, 1854



Creo que esta es una de las joyas que puedo presentar en este blog, similar a la factura de D. Narciso Bonaplata (ver una entrada anterior), pero con el valor de ser inédita, o, por lo menos, no he sido capaz de encontrar ninguna referencia sobre ella.
Y además es valiosa no sólo por su diseño y trabajo, sino por su valor histórico como testimonio de una determinada actividad industrial en nuestra ciudad: la siderurgia, vanguardia de una incipiente revolución industrial, y también porque prueba, con el servicio que se factura (la compostura de una máquina de vapor), esa nueva mentalidad que está penetrando en nuestra ciudad, capaz de aplicar la máquina de vapor al riego de los jardines y huertas de San Telmo, es decir, la revolución industrial al servicio de la agricultura.
La factura está fechada en 1854 y es la única existente en el Archivo. Debió, por tanto, de realizarse en ese año o el anterior, como mucho.
Lo primero que llama la atención es su cuidado diseño, muy bien trabajado, fusionando a la perfección el motivo ornamental con el tipográfico, adaptando éste al espacio que aquél le abre, con el uso de bien escogidos tipos. Un repaso visual no nos deja dudas sobre su elegancia y exquisitez, casi parece más propia de una tienda de lujo o grandes almacenes que de una Fundición, diría yo.
Pero lo que me llamó la atención inmediatamente es que está firmada: “Grabó R. Mercier”, en la misma caja del dibujo (en la parte de abajo, a la derecha, y al otro lado, a la izquierda, “Litogª del Porvenir”). Me parece que es suficientemente significativo este hecho, porque nos indica que no se trata de un encargo rutinario, para la actividad comercial, es algo mucho más importante. Por eso se debió de contratar a alguien expresamente, quien además firma como si fuera un grabado y reconoce, de esta forma, orgullosamente, su paternidad. Lástima no haber podido encontrar nada sobre R. Mercier, lo único que puedo decir de él es que, a la vez que hizo este diseño, realizó el de la propia imprenta, como ya he precisado en la entrada correspondiente. Las dos facturas, aunque muy distintas, tienen un estilo similar.
Seguramente confluyen en este hecho de la firma dos circunstancias. Por un lado la innovación que significa la litografía frente al trabajo tradicional de la tipografía de las viejas imprentas. Se trata de algo nuevo que no está al alcance de cualquiera, por eso el Sr. Piñal, propietario de la imprenta y, a su vez, inteligente empresario, y el Sr. White, dueño de la empresa que encarga la factura, contratan a quien mejor puede hacer el trabajo. Por otro lado, esa recién constituida nueva Fundición tiene que competir con la consolidada y prestigiada de D. Narciso Bonaplata que tiene un modelo de factura muy significativa. Son empresarios sagaces y se dan cuenta que, en estos nuevos tiempos, hay que saber vender el producto. La factura cumple así un doble papel, por un lado, como documento contable y, por otro, como recipiente de la marca o enseña de la empresa. Por eso no es de extrañar que en estos años cincuenta del siglo XIX se diseñaran algunas que se han convertido en emblemáticas de la ciudad de Sevilla. Basta recordar la de la Cartuja de Pickman o la mencionada de Bonaplata, ambas recogidas en entradas anteriores.
Ésta que nos ocupa, la de los “S. White y Compañía”, a pesar de su elegancia y delicado diseño, una auténtica maravilla, sin lugar a dudas, no debió satisfacer a la empresa y, muy pronto, se buscó otro diseño, tal vez menos lujoso pero si más comercial, semejante ahora al de la Cartuja de Pickman. Se trata de una vista de Sevilla desde, más o menos, la actual calle Betis. Es otra pequeña joya, pero al formarse pronto la nueva empresa “Portilla Hermanos y White” tuvo muy poca vigencia y sólo conservamos un ejemplar en el Archivo, además con pequeñas manchas. En su momento la mostraré, porque está relacionado con otro taller de litografía, el del Sr. Carlos Santigosa, del que quiero presentar varias cosas muy interesantes.

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