miércoles, 10 de junio de 2009

La gran factura de 1867

Con esta entrada llego a una factura que tiene un especial significado para mi.

En el Archivo había dos tipos de documentos: los interesantes y .... las facturas. A los primeros pertenecían la correspondencia, sobre todo, porque nos daba informaciones vivas del discurrir diario de una familia que nos permitía hacer un retrato, aunque somero, de aquella sociedad. Junto a esta correspondencia había otros documentos de entidades públicas o privadas que servían para completar esa visión. Y luego estaban las facturas, los comprobantes de cuentas, presupuestos, libros de caja, apuntes de cuentas diarias, etc. Algo tedioso y sin gracia alguna, sólo útil, pensaba yo, para estudios de historia cuantitativa, a partir de secas estadísticas. Es verdad que cualquier gasto por mínimo que fuera, incluso una propina, tenía su correspondiente papel justificativo. Aunque fueran cuatro garabatos mal escritos, allí estaba recogido en forma de factura, comprobante o justificante, según los casos. En definitiva, era algo realmente aburrido y pesado, tanto por la cantidad como por la aridez propia de ese tipo de documentación.

Pero un día, dentro de uno de esos montones de facturas y documentos contables, estaba ésta que presento. Me sorprendió reconocer de un vistazo el lugar concreto, tan familiar para mi, la calle, el puente, el nombre de la calle, hasta .... ¡el edificio en el que se cogía el autobús para Huelva! (las cocheras de Damas). Entonces caí en la cuenta que, a lo mejor, estos documentos podían tener otra lectura diferente que nos permitieran conocer el pálpito diario de la vida de una ciudad en otros tiempos. Esto es lo que pretendo hacer al trabajar este blog.

Y esta es la factura. Para mi, de verdad, ¡impresionante!



Me da la sensación de estar descubriendo el Mediterráneo, porque esta imagen tiene que ser conocida. El Almacén de Maderas tuvo una larga existencia (según las facturas conservadas en el Archivo) y de este modelo se hicieron incluso variantes. Por lo tanto se tienen que haber conservado en otros Archivos o en colecciones privadas, pero no la he visto reproducida en ningún lado y, siendo tan interesante, no me lo puedo creer.

Pero vayamos a la factura, que es lo importante. Está fechada el 30 de noviembre de 1867. Pertenece a esa categoría, que he llamado en la entrada anterior, de factura pre-cartel, es decir, con una imagen muy llamativa, del estilo que había puesto de moda, en Sevilla, la Cartuja de Pickman, exhibiendo su fábrica. En este caso, es el Almacen de Maderas en ese lugar privilegiado de la ciudad, resultado de la construcción del Puente de Triana.

El grabado tiene un cierto aire "naif", pero es bastante fiel a la realidad. Con mucha profundidad, por lo que al final de la calle Reyes Católicos, la antigua Alamedilla de la Puerta de Triana, se observa ésta, que todavía existía entonces. Si la memoria no me falla creo que esa Puerta fue derribada en 1868, un año después de la fecha de esta factura. Incluso detras se advierte la silueta del Convento de San Pablo, todavía existente entonces. Otras construcciones son fácilmente reconocibles. Lo que si me despista es esa torrecita que aparece sobre las manzanas de casas de la acera de la izquierda. No la identifico con nada y lo único que me recuerdan son esas torres miradores de las casas de la ciudad de Cádiz, construidas para avistar la llegada de los barcos. Pudiera ser algo similar, si tenemos en cuenta que delante queda el Arenal y el río.

Por la calidad de la imagen merecería la pena conocer su autor, pero no figura ningún dato, ni siquiera la imprenta donde se realizó, aunque es obvio que fue en la del Porvenir, cuyo propietario, como ya sabemos, era el Sr. Piñal. En una factura anterior, la del Sr. White, firmaba "R. Mercier", trabajando en esta imprenta, pero no me recuerda su estilo, son muy diferentes las dos facturas. Más me recuerda al autor de la factura de la Cartuja de Pickman, aunque la solución del marco de ésta de Piñal la encuentro mucho menos imaginativa que la utilizada en aquella.

No digo nada más, porque la imagen habla por si misma. Merece la pena verla una y otra vez y compararla con la realidad actual.

Sólo un detalle más, para enlazar con la próxima entrada. En el Archivo tenemos otra factura igual que ésta, pero fechada justo un año después (30-XI-1868), y la firma de quien recibe el importe del material es del hijo, D. Ramón Piñal y Alba, que, de esta forma ya comienza a hacerse cargo de los negocios del padre, aunque de forma progresiva, porque en otras facturas de los años siguientes se mantiene la firma del padre.

1 comentario:

Marciano Breña Galán dijo...

Este blog está tomando una entidad seria.