viernes, 24 de julio de 2009

La primera factura impresa de Vicenta Carballo, 1853.

Por el ritmo de trabajo que había iniciado y por las tendencias impuestas por el comercio sevillano, Vicenta Carballo nos sorprende con una factura impresa, en 1853 y que fue utilizada hasta 1865. Es una de las primeras facturas de modista que conocemos de Sevilla, y, por supuesto, de las primeras facturas de una mujer.



Está realizada en el taller de litografía de Carlos Santigosa, que en aquellos momentos es el de más prestigio en la ciudad. Como modelo de factura es el que se ha definido como simple. Sólo los datos del taller de costura. Pero otra cosa es la forma que adopta que es muy aparatosa y barroca, para dejar muy clara su vinculación con los Duques como un signo de prestigio y dignidad.

En una especie de banda de seda, que recorre toda la parte superior del motivo de la factura, a modo de banderola rematada por cuatro borlas, se indica que es modista “de S.A.R. la Serenísima Señora Infanta Duquesa de Montpensier”. Su título de modista, de forma muy destacada, está en el centro rodeado de unos escudos ovalados de los Orleans (flores de lis y el ámbel) y de los Borbones (castillos, leones, flores de lis), coronado el de los Orleans por una corona ducal y el de los Borbones por una real. El nombre de Vicenta Carballo, también en el centro, queda encerrado en un rectángulo, como si se tratara de una cartela barroca, en el que se indica la dirección de su taller en la calle Menjíbar nº 7. Todo el conjunto queda rodeado de roleos y hojas de acanto dando la sensación de lujo y opulencia. En el centro de la base y de forma destacada el nombre de Sevilla.

No es una factura original, porque el taller litográfico utiliza este modelo en otra factura de un joyero, Manuel González de Rojas, también de 1853.



Su espectacularidad debió de encantar a Dª Vicenta Carballo y no le importó la similitud. Pero pienso, como ya he advertido en la entrada anterior, que la modista trabajaba casi exclusivamente para la Duquesa, porque para un joyero esa manera de expresar que son proveedores de la casa ducal es lógica. Su clientela solo puede ser de clase muy alta, con mucho dinero, y el que sirvan a tal casa es una garantía de calidad y seriedad, y, por tanto, da seguridad a quien vaya a comprarle. Pero una modista intimidaría con esa factura a la posible clienta que necesitara hacerse un traje. Otras facturas de modistas de Sevilla o de otros lugares suelen ser más sencillas, sin tanta grandilocuencia, como invitando a visitar el taller donde pueden encontrar lo que desean, sin asustarse por el precio. Es mi impresión, pero por lo que he podido ver en el Archivo, casi lo puedo dar por seguro, pues además en las Guías de Sevilla, de distintos años consultadas, no figura Vicenta Carballo entre las modistas con taller al público. Por este motivo no me extraña que conociera, por su cercanía a la Duquesa, la factura del joyero y le pidiera una similar al Sr. Santigosa. Al no haber posible competencia entre el joyero y la modista, que no cosía para la calle, el impresor hizo las modificaciones pertinentes y le confeccionó la factura que ella deseaba.

Otro detalle significativo es que muchas de estas facturas no están fechadas, algo inconcebible para un documento de esta naturaleza. La fecha es fundamental, pero ella trabaja en la propia Casa Ducal y cuando acaba un encargo presenta la factura y la cobra. Existe tal confianza que no se necesita ni siquiera ese detalle. Nosotros para fecharlas nos hemos tenido que fijar en los documentos que estaban archivados con ellas para darle una aproximada. Por este motivo hemos advertido que el taller litográfico hizo tres tiradas de la misma factura. Las de 1853 llevan el nombre del taller a la izquierda. A partir de 1856 se hace otra y el nombre aparece a la derecha. Y en 1859, la tercera y ya no aparece el nombre del taller litográfico.

M.D.R.D.

jueves, 23 de julio de 2009

El segundo modelo de factura impresa de Dª Vicenta Carballo, 1865.

Este otro modelo de factura se debió de hacer en 1865. Contiene el mismo mensaje que la factura anterior pero se incluyen como modistas las hijas de Dª Vicenta que, junto a su madre, cosen para la familia de los duques.



Ahora los escudos están bajo un manto real de armiño rematado por una corona ducal. Del manto salen unas cintas que a su vez lo anudan y lo levantan para que se vean los escudos de los Orleans y los Borbones, cobijados bajo el manto. Diferentes roleos muy marcados, y algo más toscos que los de la anterior factura, aparecen encontrados y contrapuestos enmarcando el conjunto.

El taller ya no está en el nº 7 sino en el nº 6. Debió haber un cambio en la numeración de la calle Menjibar.

No aparece la empresa litográfica que lo hizo pero pienso que lo más probable es que se hiciera en el taller de Carlos Santigosa, por el estilo de la misma.

Aunque parezcan que los cambios son mínimos, ha cambiado lo más importante que es la sintaxis del diseño. Ahora lo que destaca por encima de todo es la titular del taller, con letras mucho más grandes que el resto, arriba del todo y con una curvatura que, visualmente, parece acoger en su seno el resto. Encima ahora de los escudos y rematando abajo la mención de ser proveedores de la Casa de la Duquesa, que no está dentro de una banderola. Ya no es tan apabullante como la anterior, ahora se trata de una modista que, con orgullo, expone que tiene como clienta a la Duquesa, porque en la anterior parecía que era al revés.

Otro detalle que merece la pena destacar, aunque no se si es casual o responde a una motivación concreta, es el cambio en el orden de los escudos. En la factura de 1853 (igual que en la del joyero de ese mismo año), el de los Orleáns estaba a la izquierda y en ésta a la derecha y el de los Borbones al revés. Pienso que en estas cosas los impresores y los empresarios estaban muy atentos para no cometer un error que pudiera molestar al Palacio. Nosotros, que investigamos en el Archivo, tenemos nuestra propia teoría, pero todavía está muy verde para exponerla. Lo dejamos en una simple observación, de momento.

Y por último, como ya destaqué en la otra entrada, observen que no pone la fecha. Sabemos que es abril de 1865 porque está incluida en las cuentas de ese mes, pero es un detalle muy significativo de esa confianza que tenían en Palacio con la modista de la Duquesa. La fecha y la firma del “recibí” son elementos indispensables de una factura, pero esta mujer no es una empresaria es más bien una modista al servicio de la Duquesa, que no está en las nóminas del Palacio sino que cobra por trabajos efectuados. Ya lo sugería en la entrada anterior y lo completaré en las otras.

M.D.R.D.

miércoles, 22 de julio de 2009

El tercer modelo de factura impresa de Dª Vicenta Carballo, 1867.

Este otro modelo de factura se debió de hacer en 1867. Contiene el mismo mensaje que las facturas anteriores y es casi una repetición de la anterior, de 1865. Siguen incluidas como modistas las hijas de Vicenta Carballo que, junto a su madre, cada vez deben ser más activas en el taller. Ahora los escudos siguen bajo la protección de un manto real de armiño, rematado por una corona ducal. También salen del mismo manto unas cintas que a su vez lo anudan y lo levantan para que se vean los escudos de los Orleans y los Borbones. Este conjunto, escudos y manto, es, sin embargo, de tamaño más reducido que en la anterior. Vuelven los roleos y los acantos clásicos, con un dibujo más suave, pero son ahora más abundantes para enmarcar el tema. El taller sigue en el mismo domicilio de la calle Menjibar, nº 6. El nombre de la ciudad, Sevilla, como en todas, queda muy bien destacado en la parte inferior, y en ésta tiene un adorno rodeando individualmente cada letra como si fueran encajes.



La empresa litográfica donde se imprime sí figura y es “Litº de A.M. Otal, Tetuán, 21”. Esta situada en el centro, debajo del cuerpo de la viñeta y ya dentro de la caja de la factura propiamente dicha. Un lugar inusual, por eso lo señalamos. Por el estilo parece que sigue la senda de Carlos Santigosa, por ejemplo el detalle de las letras rodeadas por encajes lo vemos en este impresor.

Para concluir esta entrada y como resumen hay que decir que a través de las muchas facturas existentes en el Archivo de esta costurera se puede estudiar perfectamente la moda del momento; los diferentes tipos de prendas, con sus variadas denominaciones, local y general; los vestidos femeninos de diario, de lujo, de fiestas, de maja, etc. Igualmente se puede seguir la evolución del comercio sevillano relacionado con la ropa y el vestido, porque en dichas facturas se recogen los comercios donde adquiría Dª Vicenta Carballo las telas, los abalorios y guarniciones de la prendas que confeccionaba. O también la utilización de tejidos importados del Lejano Oriente (la India) o de Francia, Inglaterra o comprados en España. Es mucha la información que se nos da, puesto que los encargos de la Duquesa fueron constantes a lo largo de estos veinte años. Incuso algunas de esas facturas se pueden ilustrar con la pintura o la fotografía donde la persona a la que iba destinado el vestido quedó retratada luciéndolo.

M.D.R.D.

martes, 21 de julio de 2009

Las facturas de Concepción Sánchez, hija de Vicenta Carballo, 1878.

En otras entradas de este blog se ha explicado que las circunstancias históricas a partir de 1868 van a marcar para la familia ducal un antes y un después. Esto va a repercutir igualmente en nuestra modista. El exilio de los Duques en Lisboa, primero, y, luego, en Francia, hace que se rompa la relación profesional con Dª Vicenta Carballo, aunque no la amistad, como podemos ver en cartas de la Duquesa. Por este motivo desde 1870 no hay mas facturas del taller de la Sra. Carballo e Hijas. Sus clientes no residen en Sevilla y el palacio está prácticamente cerrado.

Sin embargo la proclamación de Alfonso XII como rey de España, en los últimos días de 1874, la residencia en los Reales Alcázares de la reina madre, Isabel II, y el compromiso matrimonial del rey con Mª de las Mercedes, hija de los Duques, abre la esperanza de que todo vuelva a ser como antes o incluso mucho más.



En este nuevo contexto nos encontramos con otro modelo de factura. Pero ahora la titular de la empresa es Concepción Sánchez, que es una de las hijas de Vicenta Carballo, como se aclara en la propia factura, y no es la única novedad. La más significativa es la de ser modista también de S. M. la reina Dª Isabel II. Por eso los escudos se han doblado pues, a los de los Duques, se añade el de la reina madre, contenidos en sendos círculos abiertos. Ambos resguardados bajo el manto real de armiño y coronados por las coronas correspondientes (la real para Isabel y la ducal para su hermana Luisa Fernanda). Todo a su vez envuelto en un óvalo rodeado por adornos espirales, derivados de los antiguos roleos y decorado con algunas formas vegetales. Las líneas se multiplican, las letras se rodean de líneas paralelas y la línea curva del pendolista domina como en los cuadernos de caligrafía de la época.
Hay otras diferencias secundarias, como que el taller, aunque sigue en la misma calle Menjibar, ahora está en el número 9, ¿cambiaron de casa o hubo nueva numeración para la calle? Y, por último, la imprenta que confecciona la factura está indicada como “Lit. Alemana, Génova, 6. Sevilla”, justo el taller que en esta etapa va a tener más relevancia en la ciudad, con el impresor Carlos Schlatter.

Desde luego la factura no ha perdido, con respecto a las anteriores de la madre, el porte y la distinción que las caracterizaba, y es que parece iniciarse una nueva etapa llena de esperanzas. Para resaltar esto he elegido una factura de un vestido para la próxima reina de España, Mª de las Mercedes, con fecha 8 de enero de 1878, es decir quince días antes de su boda (23 de enero), y del mismo día hay otra de su hermana Mª Cristina. Nos imaginamos el taller de Concepción Sánchez funcionando a tope, en contra del reloj, porque los encargos debieron de llover en el otoño-invierno de 1877-78.

El traje de Mª de las Mercedes que se ha confeccionado es de raso rojo, con mantilla y cuerpo de terciopelo rematado con flecos. Creo que nos puede ser fácil localizarlo en los retratos de esta princesa sevillana.

Todo este conjunto de novedades dan la sensación que todos se disponen a vivir una nueva época. Para la familia de Antonio de Orleans y de Luisa Fernanda se han superado los tiempos de la revolución. Parece que la corte de los Montpensier vuelve a brillar en Sevilla. En muchas facturas sevillanas de este año de 1878, de comercios muy distintos, se incluye, con orgullo, que son proveedores de la Casa de la joven reina.

Ya sabemos como terminó desgraciadamente esta historia. El 26 de junio, sólo cinco meses después, fallecía la reina. En abril del año siguiente era su hermana Mª Cristina la que seguía su camino. Debió ser muy duro para aquellos padres y desde luego a partir de ahora comienza una etapa en la que la presencia de los Duques en Sevilla es muy discontinua y de breves temporadas. La actividad de Concepción Sánchez ligada a los Duques se pierde en el Archivo y no volvemos a saber más de ella.

Para concluir esta quinta entrada de mi colaboración en este blog quiero señalar como, a través de este mundo de las facturas, hemos podido ver en directo la historia de una familia, los Montpensier en Sevilla: los primeros años cuando llega la Infanta como Princesa de Asturias; el nacimiento, y la muerte también, de sus hijas; los periodos de ausencias o exilio de Luisa Fernanda; la utilización de los escudos oficiales de la familia y el significado que estos tienen según las épocas; la presencia de la Reina Isabel II en Sevilla; y la boda de la Infanta Mª de las Mercedes con Alfonso XII.

Y sobre todo me ha permitido incluir en la Historia a dos personas desconocidas hasta ahora: Vicenta Carballo y Concepción Sánchez. A partir de ahora tienen su rincón en la “memoria histórica” de Sevilla.

M.D.R.D.

lunes, 20 de julio de 2009

Los Duques de Montpensier y Sevilla (1)

El momento histórico en torno a 1848.


Después de casi medio centenar de entradas, hago un alto y planteo una especie de resumen, a modo de recopilación y aclaración de determinados aspectos históricos, que he dejado un poco en el aire. Por este motivo me voy a situar en el contexto de mediados del siglo XIX.

Indudablemente es un momento importante para nuestro país cuando ya se ha logrado consolidar la revolución liberal y se ha estabilizado la vida política después de las convulsiones anteriores (por ejemplo, las regencias de Isabel II y la 1ª Guerra Carlista, además de la Desamortización de Mendizábal). Prueba de todo ello es que se ha pasado la fecha de 1848 sin que las revoluciones sufridas en casi toda Europa nos afecten.

La situación de Sevilla en este contexto es relevante. Ahora parece ocupar parte de la posición preeminente que Cádiz había mantenido hasta la pérdida de las colonias americanas, en el primer cuarto del siglo. Está en alza, tanto como aquélla vive un dorado declinar.

Así la década de los años 40 para nuestra ciudad fue fundamental. El establecimiento de Narciso Bonaplata, la llegada de José Mª Ibarra, de Carlos Pickman, de los Duques de Montpensier, y otros menos conocidos pero de igual importancia, significan una señal de que algo está cambiando. No creo que ellos sean la causa de esos cambios, como se ha dicho algunas veces, pero sí la prueba de un cambio de orientación en la que ellos, no cabe duda, fueron dinamizadores o catalizadores, en esos nuevos tiempos que se estaban fraguando.

La construcción del Puente de Triana (inaugurado en 1852), la creación de la Feria de Ganados, en 1847, el trazado del ferrocarril, o los proyectos urbanísticos, son los signos de esa nueva vitalidad. La ciudad parece despertar y esto se aprecia perfectamente a través de este mundo de facturas que yo estoy trabajando y presentando.

De esta forma hemos podido observar en las entradas anteriores como el aspecto rancio y pueblerino de los viejos comercios va adquiriendo nuevos aires, que se reflejan en los diseños de sus facturas cada vez más atractivos. Van desapareciendo las que no tenían impresión previa (o sea, hechas totalmente a mano) y la litografía sustituye a las labores de tipografía anteriores, con lo que se consiguen imágenes más elegantes y vistosas, que permiten la introducción de ciertos elementos de la naciente publicidad: frases cortas como "slogans", listas de productos e, incluso, sus dibujos (como si fuera un muestrario), ofertas promocionales, o imágenes llamativas para atrapar al posible cliente. Todos ellos elementos esenciales en la publicidad moderna.

Es evidente que el establecimiento de los Duques en Sevilla fue un poderoso revulsivo para la industria y el comercio de la ciudad. Pequeñas o grandes empresas encontraron en los Duques un cliente seguro y, lo más importante, puntual pagador, y ellas, a su vez, aprovechan la ocasión para renovar su oferta y su imagen, más acorde con los gustos más modernos que llegan con esos nuevos clientes. Todo esto se refleja, como ya he dicho, en las facturas que hemos ido presentando.

Por todo ello, me parece importante explicar algunos detalles, a grandes rasgos, de los Duques de Montpensier que nos permitan comprender mejor su importante valor histórico para Sevilla.

Luisa Fernanda (o María Luisa, como también se la conoce, recordemos el Parque de María Luisa, en Sevilla, donado a la ciudad por ella), es la única hermana de la reina Isabel II. Cuando llega a nuestra ciudad tiene el rango de Princesa de Asturias, porque la reina no tiene todavía descendencia. Las dos se casaron a la vez en 1846. La reina, con 16 años, con su primo Francisco de Asís, y ella, 14 años, con Antonio de Orleáns, 22 años, duque de Montpensier, el más pequeño de los hijos del todopoderoso rey de Francia, Luis Felipe. Pero detrás de estas bodas hubo muchas disputas, enfrentamientos y juego político subterráneo. Madrid era un auténtico hervidero de rumores, chismes, intrigas, ... (la “corte de los milagros”) y, acertadamente, después de la boda, los Duques se alejan de ella y se establecen en París, en el mismísimo Palacio de las Tullerías, lejos de esos fangos.

Pero en febrero de 1848 sucede lo que nadie podía haber supuesto dos años antes. La revolución en París liquida el reinado de Luis Felipe y toda la familia tiene que salir huyendo a toda prisa de Francia, sin tiempo para salvar algo de valor, porque todos sus bienes fueron confiscados.

En la primavera de ese año ya están, por tanto, de vuelta en Madrid, pero en una situación muy diferente de cómo se fueron. Detrás de ellos no está la poderosa Francia, y el gobierno les exige que fijen su residencia fuera de la capital para evitar que puedan aumentar las intrigas ya endémicas de la corte.

Este es un momento clave porque podían haber elegido cualquier lugar de España. Lo lógico hubiera sido el norte, por la cercanía con Francia, como le aconsejan personas de su confianza, pero ellos eligen el sur y, en concreto, Sevilla. Aquí se establecen, provisionalmente, en los Reales Alcázares, a finales de aquella primavera de 1848, mientras buscan un lugar adecuado para fijar su residencia en nuestra ciudad. En septiembre de ese mismo año nació aquí su primera hija, Isabel, la futura Condesa de París, por su matrimonio con el poseedor de ese título.

Comienza así un nuevo periodo de la vida de los Duques que en muchos momentos se confunde con la historia de nuestra tierra y que quedará ligada a ella. Vamos a detenernos en la siguiente entrada en algunos de esos aspectos que nos permitirán entender mejor este periodo que comienza ahora y valorar el papel de los Duques en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XIX.


Nota a la ilustración:
Como en esta entrada no tenía sentido presentar una factura, busqué otro tipo de imagen para ilustrarla y este escudo me pareció adecuado por el tema e interesante por las firmas de quienes lo hicieron. Aparece en el Archivo en documentos oficiales del Ayuntamiento de Sevilla, como en este que recojo abajo, en forma de membrete, en torno al año 1850, y como se puede leer debajo del escudo dice: “Rosi inv. Coromina sculp.”, o lo que es lo mismo “Rosi lo dibujó y Coromina lo grabó”.

En el Catálogo de estampas de la Fundación Focus se menciona a Andrés Rossi, como “dibujante y grabador de la escuela española. Nació en Madrid en 1771, activo en Sevilla y Cádiz a principios del siglo XIX. Colaboró con diferentes artistas ya como dibujante, ya como grabador al aguafuerte, principalmente de temas religiosos y reproducción de pintura”. Por edad no es probable que viviera a mediados del siglo, pero en el Archivo aparece Juan Rossy o Rossi (de las dos formas) como titular de una tienda de marcos dorados y de objetos de decoración y, en el Palacio, se le estima mucho como entendido en cosas relacionadas con el arte. Pienso que en esta familia debe estar el dibujante.

En cuanto al grabador el nombre de Coromina me abre un interrogante, porque D. Miguel Ángel Yáñez (La Sevilla del descubrimiento de la fotografía) cita las oficinas litográficas abiertas en Sevilla (1839-40) por Corominas, Portalés y Bozzano. No sería extraño, por tanto, que fuera éste tal Corominas el grabador, a pesar de la falta de esa “s” final, pero en la única factura que tengo registrada por un taller litográfico con un nombre semejante pone claramente “Litogª de J. Colomina” (1848). Y, para aumentar el desconcierto, es que el Coromina que es conocido por esa época es, sin duda, Bartolomé Coromina Subirá, el autor de las primeras tiradas de sellos españoles, el tan famoso con el rostro de Isabel II.

Pienso que esto tiene que ser conocido y haberse publicado, pero es lo único que he podido averiguar. De lo que no tengo duda es que este pequeño membrete es magnífico.

domingo, 19 de julio de 2009

Los Duques de Montpensier y Sevilla (2)

Los Duques en Sevilla.



Primera etapa (1848-1868).

Es el momento de resaltar aquellos puntos que hicieron importantes a los Duques para Sevilla, aunque a primera vista podríamos pensar que son demasiado jóvenes, e inexpertos por tanto, y que llegan desarraigados, víctimas de un doble rechazo. El duque, Antonio de Orleáns, el rechazo de sus compatriotas, los revolucionarios que los han expulsado de Francia, y la duquesa, Luisa Fernanda, el rechazo del gobierno que les ha obligado a vivir lejos de la corte. La verdad es que no tienen nada que ver con Andalucía, salvo el interés romántico que pudiera tener para ellos esta tierra.

No llegan, pues, con el viento a su favor, hay que darse cuenta. Pero, y ése es su mérito, son capaces de adaptarse y lograr el arraigo para convertirse en unos andaluces más de su época, y que, además, dejarán un sello y un recuerdo indeleble no sólo en la ciudad de Sevilla sino en toda la Baja Andalucía.

Para mí hay varios factores fundamentales que explican este hecho. Uno es precisamente su juventud, que, si podía ser un inconveniente, también es la garantía para adaptarse a sus nuevas circunstancias, sin prejuicios y clichés que la edad acumula. Es una realidad que se integraron en la ciudad rápidamente. En su gente, en su cultura, en su vida cotidiana, en sus fiestas y, como vemos en la documentación del Archivo, en el cariño sincero de sus habitantes, junto con la lógica adulación servil e interesada, que también tuvieron, pero que no puede ocultar aquélla.

Otro factor es muy prosaico pero muy real y muy importante. Traen mucho dinero. Es fácil de entender. Ya sabemos que ella es la Princesa de Asturias y tiene una asignación propia procedente de las cuentas del Estado, hoy diríamos de los Presupuestos Generales. Sin embargo hay que recordar que en la década de los 40, la Hacienda española estaba en condiciones muy precarias. Para las dos hermanas, la reina Isabel II y Luisa Fernanda, no había problemas. Vivían en Palacio y tenían todo lo que querían. Pero en 1846 se casan y ya es distinto. Son bodas de Estado, en las que había que firmar unas capitulaciones, establecer una dote, cuantificar la asignación presupuestaria para cada hermana o para cada Casa (la de la Reina y la de la Princesa de Asturias), repartir la herencia del padre, Fernando VII, con la madre, Mª Cristina, etc. De momento sigue sin haber problemas, aunque la Hacienda española se las ve y se las desea para poder pagar lo que se va acumulando, pero nadie parece tener prisa. A la Reina no le puede faltar nada, es evidente, y la hermana, Luisa Fernanda, se ha casado con alguien que tampoco necesita el dinero. Antonio de Orleáns es hijo del rey de Francia, nada más y nada menos, y a su vez tiene ya la parte de las propiedades que le corresponden de sus padres. No tiene prisas porque comparado con lo que posee en su país, a donde se han marchado, lo que pueda venir de la empobrecida y atrasada España puede parecer de poca importancia.

Pero en 1848 las cosas cambian y de qué manera. Expulsados de Francia, se encuentran sin nada y ahora todo serán urgencias. Inmediatamente el personal al servicio de los Duques reclaman hasta el último real adeudado (y acumulado por la falta de liquidez de la Hacienda española) a la Duquesa y Princesa de Asturias, que es una auténtica fortuna, y además exigen la “mesada”, como se le llama, en la correspondencia interna del Archivo, a la asignación presupuestaria mensual correspondiente a la Casa de la Infanta, que, como se puede imaginar, no era una modesta cantidad. A esto había que añadir todo el personal a su servicio que era costeado por el Estado: gentiles-hombres y gentiles-damas de cámara, alcaides de palacio, intendentes, fuerzas de seguridad, etc.

Todo esto es lo que va a llegar a Sevilla, además de los Duques. Por eso decir que son un revulsivo para la economía de la ciudad no es nada exagerado. Basta recordar que en veinte años, los que van de 1848, fecha de su llegada, a 1868, inicio del Sexenio Revolucionario y de su exilio posterior, construyeron o acomodaron cuatro palacios:
- Palacio de San Telmo, como residencia principal.
- Palacio de Sanlúcar de Barrameda (hoy es el actual Ayuntamiento de la ciudad), como residencia veraniega.
- Palacio de Castilleja de la Cuesta, como residencia en las afueras de la ciudad, para la primavera.
- Palacio de Villamanrique, como residencia para la práctica cinegética, a la que tan aficionado era el Duque, al lado del Coto de Doñana, y, a la vez, al lado del Rocío, que también debía de importarle.

No es difícil imaginar el volumen de negocio que todas estas construcciones o reformas generan y la cantidad de puestos de trabajo, directos o indirectos, que se crean. Luego vendrá el capítulo del servicio que tiene que atender de forma permanente dichos palacios. 0tro capítulo, no menos importante, es el mantenimiento de los mismos, con todos los accesorios que una familia de este nivel social necesita. Sólo un detalle para comprender cómo se movía el dinero: el alquiler de casas y habitaciones en el pueblo para el personal que acompañaba a los duques en las temporadas correspondientes, casi siempre, o, mejor dicho, siempre, pagado por los propios Duques, era una fuente de ingreso extra y muy interesante para esas localidades. Así otras muchas cosas.

En resumen, cuatro palacios en veinte años. Es fácil entender lo que esto, en aquellos momentos, significó para Sevilla y la Andalucía occidental.

Pero esto, siendo importante, no es suficiente para entender el significado de los Duques para la ciudad y su entorno. Si sólo fuera emplear el dinero en gastos suntuarios, podía ser una forma como otra cualquiera de malgastarlo. Ellos traen una mentalidad burguesa, adquirida en la Francia de Luis Felipe de Orleáns, y supieron emplearlo también de una forma productiva. Aprovechan la coyuntura de la desamortización de los bienes eclesiásticos, para comprar tierras, ponerlas en explotación con nuevos métodos agrícolas y venderlas, o no, cuando lo consideraban oportuno. “Gambogaz”, “Majaloba”, la “Huerta del Vado”, los “Cerros de Quintos”, “Gatos”, “Torrebreva” y otras muchas más, son fincas que pasaron por sus manos en distintos momentos. Así, es muy significativo de esta mentalidad innovadora y productiva el uso de la máquina de vapor para el riego en sus fincas, como en la “Huerta del Vado”, donde, desgraciadamente en 1851, una explosión de la caldera provocó un grave accidente, con varias víctimas. O la extracción de barro en los “Cerros de Quintos” como materia prima para fabricar ladrillos refractarios. Igualmente demostrativo de esta nueva mentalidad es el nombre o mote que se le aplicaba al Duque en Sevilla: el “duque naranjero” o “monsieur combien” (“señor cuanto”). Además no podemos olvidar su patrocinio de la Exposición Sevillana, celebrada en 1858, para premiar y fomentar las actividades económicas de la ciudad, y tampoco su participación en muchas otras actividades de la ciudad en las que colaboraron generosamente tanto el Duque como la Duquesa.


Segunda etapa (1868-1897).

Sin embargo, a partir de 1868 va a cambiar la coyuntura histórica y en los nuevos tiempos que se avecinan la situación va a ser muy diferente. Es otra etapa de nuestra historia, Sexenio Revolucionario y Restauración, tanto para España como para Sevilla e, igualmente, para los Duques. El periodo histórico es bien conocido, pero lo es menos las vicisitudes de la familia de los Duques, aunque algunos aspectos hayan quedado recogidos incluso hasta en coplas.

A la coyuntura de 1868 D. Antonio de Orleáns llega como un triunfador. Un hombre que ha conseguido de la nada (aunque esa “nada” ya sabemos que era muy relativa) construir una de las mayores fortunas de Andalucía y de España, sin necesidad, además, de entrar en negocios de dudosa legalidad, como otros miembros de la familia real. Su prestigio estaba en la cúspide, todo lo contrario de los escándalos de su cuñada, la reina Isabel II. La “corte chica” de Sevilla era el polo opuesto de la “corte grande” de Madrid. Ha conseguido, además, recuperar su patrimonio francés, confiscado en 1848, y, por si fuera poco, ha recibido una herencia inesperada en Italia. Es el Ducado de Galliera en Bolonia. Todo le sonríe, pero fracasa como político y no puede alcanzar su ansiada meta de ser coronado rey de España y hasta debe exiliarse al no aceptar al rey elegido por las Cortes: Amadeo de Saboya.

Con la Restauración le queda una última baza por jugar: ver a su hija Mª de las Mercedes como reina de España, por su matrimonio con su primo el rey Alfonso XII. Lo consiguió, es verdad, pero sólo por unos meses. La muerte de la reina, con sólo dieciocho años (1878), a los pocos meses de la boda, fue un golpe durísimo. Y aún más si recordamos que poco tiempo después Cristina, otra de sus hijas, con poco más de veinte años, también falleció. Es la vida, pero de los nueve hijos del matrimonio solo les sobrevivieron dos: Isabel, la mayor, y Antonio, el menor de los hijos.

Para concluir, todo esto tiene una consecuencia y es, simplemente, que, desde 1868, la vida de los Duques deja de tener como centro exclusivo a Sevilla. No sería extraño que, por la cantidad de recuerdos de siete hijos fallecidos, no pudieran soportar mucho tiempo en ella. Pero, también es cierto que, teniendo propiedades repartidas por toda Europa, las posibilidades que se les brindaban de disfrutar de esos lugares fueran muy atrayentes. Ahora su tiempo se va a repartir entre París, Bolonia y Sevilla y continuos viajes por toda Europa. Esa presencia permanente del matrimonio en nuestra ciudad desaparece, ahora es más discontinua, aunque siga siendo muy efectiva, pero, también hay que reconocer, que ya Sevilla no los necesita como antes. La vida industrial y comercial de la ciudad, más o menos desarrollada, no depende tanto de la presencia de los Duques, como en la etapa anterior.


Nota a la ilustración:
He buscado otro escudo de Sevilla de un documento oficial del Ayuntamiento, que trata, como se puede leer, del tema del reciente alumbramiento de la segunda hija de la Infanta Luisa Fernanda, Mª Amelia.
En este caso no hay duda sobre la autoría. Leemos, debajo del escudo, “Peleguer M 1850”. Es el hijo de un famoso impresor y grabador valenciano de finales del siglo XVIII y principios del XIX, llamado Manuel Peleguer y Tossar. Su hijo, del mismo nombre, se marchó a Madrid y estableció un taller litográfico. Supongo que esa “M” mayúscula de la firma se puede referir a Madrid, donde estaba el taller impresor, mas que a la inicial de Manuel.

sábado, 18 de julio de 2009

Los Duques de Montpensier y Sevilla (3)

El círculo de personas de su entorno.

Para terminar este resumen histórico tengo que referirme a un apartado muy importante, sin el cual no se podría comprender bien el por qué de esa simbiosis Duques-Sevilla. Es el círculo de personas de los que se rodearon, muy eficientes y, además, muy integrados en la sociedad andaluza y sevillana del momento.

La primera personalidad es muy conocida: Antoine de Latour, francés, preceptor del Duque, y su hombre de confianza. Un intelectual, hispanista relevante y un consejero extraordinario. Su papel debió ser determinante, aunque en el Archivo sólo se le adivine, porque lo conservado es la parte administrativa de la Casa de los Montpensier y la labor del Sr. Latour debía ser de otro orden y muy poco burocrática. Lo que si tenemos claro es como se integra en los círculos intelectuales de Sevilla y como, desde dentro de esos círculos, debió de abrirle a los Duques muchas puertas. Detrás de restauraciones tan significativas como la del Monasterio de La Rábida, del Santuario de la Virgen de Regla en Chipiona, o de la Ermita de la Virgen de Valme en Dos Hermanas, costeadas por los Duques, adivinamos la presencia del Sr. Latour, con el interés sincero de recuperar esos hitos de la historia andaluza, pero no cabe duda que, además, le estaba poniendo la “alfombra roja” a los Duques para su inauguración. Así, en otras muchas iniciativas de Latour, vemos esa encomiable integración en nuestras tradiciones.

El segundo nombre fundamental es el de Isidro de las Cagigas, joven funcionario en los Reales Alcázares de Sevilla, donde coincide con los Duques a la llegada de éstos a la ciudad. Continuó con ellos en San Telmo hasta su muerte (1869). Se da la circunstancia de ser ya de la misma generación por edad, y que su esposa Leopolda Larraz, conecta con Luisa Fernanda y será amiga y confidente de ésta. Igualmente sucede con los hijos de ambos matrimonios. Isidro de las Cagigas es el que dirige con pulso firme todo el aparato administrativo de los Duques y, en definitiva, es su mano derecha. Un hombre muy valioso, del que no se nota su importancia mientras estuvo presente, pero cuando faltó, en los momentos claves del 68, su ausencia si que es palpable. Hasta entonces la trayectoria de los Duques en España y en Sevilla había sido impecable. Pero, en la primavera de 1868, Cagigas cayó gravemente enfermo y un año más tarde falleció. Todos los graves errores que cometió el Duque, D. Antonio de Orleáns, que invalidaron su trayectoria para optar a la Corona, se cometieron a partir de entonces. No creo que fuera una mera coincidencia.

El tercer nombre es otra vez francés: André Lecolant, que era lo que hoy llamaríamos un ingeniero agrícola. Fue el que diseñó y cuidó de todo lo relativo a los Jardines del Palacio de San Telmo y, a la vez, dirigió todas las explotaciones agrícolas de los Duques. Cualquier posible adquisición de fincas era informada previamente por el Sr. Lecolant, y, una vez adquirida, organizaba su explotación. Los capataces encargados de cada finca le informaban a él periódicamente. La elección de una persona con su perfil es la prueba clara del cambio de mentalidad que traen los Duques, ya que es la apuesta por una agricultura comercial con las nuevas tecnologías, sin olvidar el gusto refinado y señorial de poder disfrutar de unos Jardines maravillosos.

La lista la podría hacer interminable, ya que fue merito indudable de los Duques el rodearse de personas valiosas, a los que, además por su talante, se les va cogiendo cariño cuando se leen y ordenan en el Archivo sus escritos, porque se ve hacer la historia desde la misma cotidianidad de hombres y mujeres de carne y hueso. Así hablaríamos de D. Santiago de Tejada, el secretario de los Duques en Madrid, de Mr. Thiery, en Francia, de D. Rafael Esquivel Vélez, en Sanlúcar de Barrameda, de los de San Telmo, que se van sucediendo en el tiempo, Nicolás de Rute, Joaquín del Alcázar, Manuel Mª Bascones, Francisco Romero, etc.

Igualmente el círculo de mujeres es muy atractivo, aunque mucho más opaco y ágrafo. Hay que intuirlo y casi adivinarlo, pero es fundamental. Por citar algunas podemos nombrar a Dª Rosario Thiery, dama de honor, a la Marquesa de Cela, gentil-dama de la Duquesa, a Dª Matilde Trechuelo de Shelly, al aya Dª Joaquina Miranda, el ama Dª Presentación Cabrera, las nodrizas, la costurera Vicenta Carballo, y, .... por supuesto, Cecilia Bölh de Faber (“Fernán Caballero”), tan querida por los Duques y cuyo papel en el Palacio es imposible de clasificar, parece una protegida de ellos, pero es unas veces su consejera, otras veces es su asesora en temas de tradiciones, leyendas y costumbres, y otras la animadora cultural del Palacio o la mentora espiritual en la educación de los hijos de los Duques, para los que escribió pequeñas joyas en sus celebraciones más importantes. En cierta manera juega un rol muy semejante al del Sr. Latour, con el que tuvo una gran amistad, en el sentido de facilitar el arraigamiento de aquellos extraños, los Duques recién llegados, en la ciudad de Sevilla, abriéndoles puertas en determinados círculos intelectuales, que no les hubiera sido fácil de franquear.

No puedo terminar aquí esta lista de personas que trabajan o colaboran con el Palacio, sin citar a otros muy variados que reciben encargos concretos y que se convierten en pilares fundamentales de la presencia de los Duques en la Baja Andalucía. El ejemplo fundamental es el del arquitecto del Ayuntamiento de Sevilla, D. Balbino Marrón y Ranero, que trabaja para ellos en los encargos más ambiciosos, como el Palacio de San Telmo, o el de Sanlúcar o el de Castilleja. Precisamente como ilustración para esta tercera entrada en las que no estoy usando las facturas, presento un documento clave para esta historia encabezado con el nombre de este arquitecto



A su muerte le sucederá D. Juan Talavera, padre, quién continuará las obras del anterior y hará otras muy significativas como el “Costurero de la Reina”, por ejemplo.

Otro profesional es el pintor Joaquín Domínguez Bécquer, tío del poeta, profesor de Dibujo de los hijos de los Duques, que acabó siendo íntimo amigo de ellos y uno de sus mejores retratistas. La lista, ya lo he dicho, puede ser interminable: el editor Francisco Álvarez, el constructor de pianos Caetano Piazza, los abogados Diego y Narciso Suarez, el médico Antonio Serrano, Ignacio Vázquez, rico propietario e íntimo amigo, que colaboró con los Duques en muchas empresas, como la Exposición Sevillana de 1858. Igualmente personas como Narciso Bonaplata, José Mª Ibarra, Carlos Pickman, Manuel Grosso, y tantos otros, desfilan por los documentos guardados en el Archivo, sin que podamos medir el grado de amistad y de compromiso que existió entre ellos, pero probablemente hubo más de lo que en esa correspondencia oficial se deja entrever.

Pero también en este círculo de empleados y amistades nos encontramos con un antes y un después de 1868. Una razón es la que ya se ha explicado. Es el cambio de las circunstancias históricas por las que los Duques no tienen ya su residencia exclusiva en España. Las propiedades en Francia e Italia les permiten pasar largas temporadas de viaje haciendo centro en París o Bolonia, según los casos. La otra razón es el ineludible paso del tiempo. Muchas de las personas que he citado arriba pertenecen a la generación anterior de los Duques, unas han fallecido y otras por la edad se han retirado. Otras, de su misma generación, en unos tiempos en que la esperanza de vida no llegaría ni siquiera a los cincuenta años, también han fallecido, como es el caso de D. Isidro de las Cagigas y de otros.

Hay así una renovación de ese círculo y, a la vez, una reducción en su amplitud, porque en el caso de Sevilla, ya lo hemos dicho, no se reside tanto en ella y, además, reparten el tiempo entre Sanlúcar, Madrid y Sevilla cuando vienen a España. Las comunicaciones, el ferrocarril, en concreto, permiten esos desplazamientos con rapidez. De esta forma se mantiene un círculo de amistades íntimas que se separa ahora claramente del círculo del servicio de los Duques, algo que en el periodo anterior no quedaba tan claro en muchas ocasiones, como hemos visto.

Y la gran novedad es que en esta etapa un hombre nuevo va a dirigir ese personal administrativo y de servicio de la Casa de los Montpensier. Es D. Rafael Esquivel Castelló, hijo de D. Rafael Esquivel Vélez, que había sido el hombre de los Duques en Sanlúcar de Barrameda. Fallecido éste, su hijo entra al servicio de los Duques, acompañándolos al exilio en 1871. Allí en Francia va escalando posiciones dentro de ese servicio y acaba convirtiéndose en la mano derecha del Duque y quien dirija toda la administración. Tiene el lugar que había ocupado D. Isidro de las Cagigas, tal vez con mas poder o con menos rivales que pudieran hacerle sombra, es decir con más exclusividad. Pero son dos personalidades muy diferentes. Cagigas era un hombre hecho en la administración del Estado, un funcionario de élite, capaz de marcar su terreno en el Palacio (prueba de esto es que siguió viviendo en el Patio de Banderas de los Reales Alcázares hasta su muerte) y, en cambio, Rafael Esquivel se ha hecho en la del Duque y ha subido escalones por su capacidad para satisfacer las órdenes del señor. Es, en definitiva, un secretario forjado en el servicio directo de D. Antonio de Orleáns, sin más horizonte. También es muy revelador que, muerto éste, la duquesa viuda no quiso saber nada de Esquivel, hasta tal punto que el omnipresente secretario desaparece de nuestro Archivo como si nunca hubiera existido, todo lo contrario de Cagigas, que fallecido, siguió siendo una referencia viva para todos.

En conclusión, por todo lo dicho, en esta segunda etapa, a partir de 1868, la participación activa de los Duques en la vida de Sevilla se redujo bastante, con respecto a la etapa anterior. Sólo hubo un momento en que parecía que todo iba a volver a ser igual que antes. Es en los años 1877 y 1878 con la celebración de la boda de la hija, Mª de las Mercedes, con su primo Alfonso XII, pero ya sabemos como acabó esta historia y aquellas esperanzas se frustraron de raíz.

lunes, 13 de julio de 2009

Un italiano en Triana: José Pelli

Comienzo una nueva serie de facturas de un fabricante llamado José A. Pelli Marrochetti, ligado comercial y familiarmente a otro llamado José Frapolli Pelli, ambos italianos y afincados en Andalucía.

Esta nueva serie nos permite comentar varios aspectos interesantes. Uno es la importancia de la aportación extranjera a la vida económica sevillana y, en general, andaluza. En alguna otra entrada tendré ocasión de hacer la lista de todos esos nombres que aparecen en las facturas en una proporción bastante alta, por lo menos para lo que yo imaginaba antes de comenzar a trabajar este tema.

Otro aspecto es el de la modernización de sectores artesanales tradicionales con la aportación de la nueva tecnología industrial. El caso más conocido y representativo es, lógicamente, el de Pickman, pero existen otros, y uno de ellos puede ser el de este fabricante, también extranjero, José Pelli.

Y un tercer aspecto es el de las propias facturas en si, porque nos va a permitir conocer otros modelos y tipologías distintas de las que ya hemos visto.

Ésta es la nueva factura:




es de un tejar, conocido por el del Serrano, situado en la Vega de Triana, al sitio del Turruñuelo, que elabora ladrillos, tejas y cañerías, y también “lozetas aprensadas”. El nombre del propietario sólo aparece al comenzar la factura propiamente dicha: “a Pelli y Cª, DEBE”. Al terminar la factura, se nos indica la fecha: 30 de noviembre de 1860. Con ella cometío un error quien, a principios del siglo XXI, comenzó a organizar el Archivo, que escribió a lápiz en la parte superior la fecha de NOV 1865. Fue un lapsus evidente porque estaba y está en la carpeta correspondiente a ese mes de noviembre del año 1860, pero no lo advertí en el momento de escanear el documento, sino ahora y ya lo corregiré en el original.

Podemos suponer fácilmente que es uno de esos talleres de alfarería tradicionales de Triana (Tejar del Serrano) adquirido por “Pelli y Cª” para establecerse en Sevilla y aplicar esa nueva tecnología industrial en su producción.

Lo que se factura responde a lo que se anuncia en el encabezamiento del documento: “25 ¿cajas? (es difícil de descifrar, pero es lo único que tiene lógica) de losetas blancas y encarnadas y raspadas cortadas a 12 reales y medio”. Total 312,5 reales de vellón. En el margen izquierdo, y escrito en sentido transversal, se afirma que “fueron al Palacio de Castillega”, es decir de Castilleja de la Cuesta (Sevilla). Pelli es italiano y la jota le debe costar trabajo, por eso interpreto que las “25 casas”, que es lo que yo leo, son “cajas”.

En otra factura similar, de siete años después (1867), se siguen vendiendo losetas blancas y encarnadas raspadas, pero en mucha menor cantidad, seguramente para reponer o reformar alguna dependencia del palacio.

El otro aspecto que quiero destacar es el de la propia factura. Se trata de un modelo tipográfico en el que se juega con los cambios de tipos de letras para llamar la atención. Hasta nueve tipos puedo contar, además de las diferencias de tamaños de unas y otras. Se acompaña a este recurso un adorno vegetal y geométrico para envolver los distintos temas del encabezamiento.

Es un sistema sencillo y eficaz que se utilizó mucho en las facturas sevillanas de los años 50 y 60, y que luego entró en desuso, aunque nunca llegó a abandonarse. En este tipo de factura normalmente no se indica el taller impresor donde se realizó.

domingo, 12 de julio de 2009

José Frapolli y José Pelli, 1863

Esta segunda factura de la serie corresponde al “Depósito de Mármoles de Carrara y del Reyno” de José Frapolli y podemos observar que quien firma el “recibí” es J. A. Pelli. Tiene dos fechas, una es 24 de diciembre de 1863 y la otra el 2 de enero de 1864. No es extraño pues por medio están las Navidades. Lo que se factura son dos jarrones de mármol de Carrara (Italia) a un precio de 100 liras, que traducido en reales de vellón asciende a 4.000.




José Frapolli Pelli, que así es su nombre completo, aunque nacido en Suiza es un italiano que trabaja y negocia con la piedra y, en concreto, con el mármol, y que abre su empresa en España, con centros en Málaga, que debe ser el principal, Sevilla y Bilbao, según podemos ver en una factura de fecha posterior.

Familiar suyo, primo o sobrino, es José Pelli, ya conocido, que complementa con el negocio del Tejar del Serrano, en Triana, las posibilidades de decoración en piedra del primero y que, además, debía de actuar como su representante en Sevilla, a juzgar por este documento.

La factura es sencilla y muy clara, como la anterior del Tejar del Serrano, jugando también con los diferentes tipos de letras, pero en vez de los adornos que se utilizan en ésta, se prefiere simples cartelas rectas y unos sencillos adornos que juegan con la curvatura de las letras. No soy especialista, pero yo creo que se utiliza un procedimiento litográfico para imprimirla. De cualquier forma destaca por su cuidado diseño y un notable gusto.

No es de extrañar pues José Frapolli realizó importantes obras en edificios emblemáticos de nuestra tierra. Es el caso del templete neoclásico del presbiterio de la Catedral de Cádiz, realizado entre 1862 y 1866. E igualmente significativa es otra obra suya realizada para la Catedral de Málaga. Es un tabernáculo de mármol construido en el altar mayor.

Pero no son éstas las únicas muestras de su labor. En los Cementerios de Málaga y Sevilla están catalogados distintos monumentos y lápidas funerarias, especialidad que se anuncia en el encabezamiento de la propia factura.

Así seguro que si rastreamos se deben de encontrar otras muchas muestras de sus talleres, como los dos jarrones de mármol de Carrara de nuestra factura. Por el precio que tienen, 4.000 reales de vellón, comparándolo con los de las facturas de entradas anteriores o posteriores, los jarrones debían de ser magníficos. Esa cantidad era una auténtica fortuna, que estaba al alcance de muy pocas personas.

Como ya dije al principio es también muy significativo que quien firma el “recibí” es J. A. Pelli, lo cual es la comprobación de las relaciones económico-familiares de Frapolli y Pelli, y cómo éste actuaría desde Sevilla de intermediario entre los Duques de Monpensier y aquél, además de dirigir su propia empresa.

sábado, 11 de julio de 2009

José Pelli, 1865

En 1865 ya podemos ver, a través de esta factura, como José Pelli ha abierto una nueva empresa en Sevilla, ya con su propio nombre. Se presenta como “estucador, escayolista y ornamentista en yeso y en cartón-piedra”. Tiene su domicilio en la calle Almirantazgo, nº 6, aunque, debajo y escrito a mano, pone Lombardos, 1, que es el lugar donde en próximas facturas lo veremos ubicado. Por lógica puedo deducir que de esta forma advierte de un próximo traslado, si no se ha producido ya.


En la factura hay un detalle significativo y es la medalla obtenida en la Exposición Sevillana, de 1858, patrocinada por los Duques de Montpensier. A un lado y otro de los títulos de crédito de la empresa están las dos caras de la medalla que obtuvo en el certamen. Este detalle nos indica que, ya, por lo menos, en esa fecha, o antes probablemente, estaba establecido en la ciudad.

Además ésta factura inaugura una serie en las que las medallas obtenidas en distintas Exposiciones se van incorporando al encabezamiento, hasta dar lugar a un modelo muy peculiar de factura, que yo defino como “factura medallero”.

El encargo que se expide en esta factura es un total de 32 claraboyas, para el Palacio de San Telmo. Esto me da pie a comentar el valor de estos documentos contables como testimonios históricos de primer orden. Seguro que en el edificio actual de San Telmo se pueden reconocer esas claraboyas, igual que otros elementos de los que estas facturas dan cuenta.

viernes, 10 de julio de 2009

José Pelli en 1871

En 1871 tenemos un nuevo modelo de factura de José Pelli, muy semejante a la de 1865, pero con pequeñas diferencias muy interesantes. Sin embargo, no se utiliza como tal factura sino como presentación de un presupuesto para la construcción de un Panteón familiar en el propio Palacio de San Telmo.



Comencemos con las diferencias. La primera es un mayor barroquismo en los adornos decorativos. La segunda es la aparición de una medalla más. Efectivamente, se ha agregado la de la Exposición de la Academia de Bellas Artes de la Provincia de Cádiz, celebrada poco antes. Otra tercera diferencia es el domicilio, ya definitivamente trasladado a la calle Lombardos, nº 1, donde permanecerá largo tiempo, a juzgar por otras facturas posteriores. Y la última diferencia mas destacable, para mi la más importante, es la incorporación de sendos letreros, debajo de las medallas, que nos vienen a indicar que el negocio del Tejar del Serrano (éste u otro idéntico) sigue perteneciendo a José Pelli. Son muy descriptivos esos letreros que dicen “Adornos de barro cocido” y, sobre todo, “Fábrica de losetas aprensadas y raspadas”, como en la de 1860 del Tejar del Serrano.

Si todo esto tiene interés, mucho más lo tiene el contenido de ese Presupuesto. Se trata, como ya he dicho, de la construcción de un Panteón familiar en el Palacio de San Telmo, en Sevilla. Es signo de los nuevos tiempos que corren en España. La Revolución de 1868 ha cambiado muchas cosas. La caída de Isabel II, ha hecho que su familia, a la que pertenecen los Duques de Montpensier (Luisa Fernanda es la hermana de la ex-reina Isabel II) pierda el status institucional que tenía. Y, por otro lado, el Duque ha visto como se desvanecían sus esperanzas de ser nombrado rey. D. Amadeo de Saboya ha sido el elegido. A partir de ahora todo lo que había sido respeto y pleitesía hacia los Duques, en Sevilla, se diluye e, incluso en algunos aspectos, lógicamente, desaparece.

Esta situación se concreta dramáticamente en la cuestión del Panteón Real de la Virgen de los Reyes en la Catedral de Sevilla. Allí estaban enterrados los restos de sus dos hijos, Regla y Felipe. Ahora ha fallecido Amelia (noviembre de 1870), una joven en la flor de su vida, un terrible golpe para sus padres, justo cuando los tiempos no corren ya a favor de los Duques. De ahí la necesidad de plantear una alternativa que es su propio Panteón en el mismo Palacio.

El encargo lo recibe José Pelli quien, por su relación con José Frapolli (especialista, como dice en una de sus facturas, en “monumentos fúnebres y lápidas”), es el más idóneo para semejante tipo de obra.

Transcribo, por su interés, el texto, corrigiendo algunas palabras dudosas que imagino son producto del origen italiano de Pelli:

“Presupuesto del Panteón que sus Altezas Reales los Serenísimos Señores Duques de Montpensier que se proyecta hacer en el Palacio de San Telmo:
- molduras de puertas y ventanas .......... 2.800 reales
- paredes (aunque pone paderes) ........... 8.300 reales
- dos escudos, peanas o adornos de repisas, una lápida ......................................... 2.950 reales
- zócalo (pone socalo) .................... 1.000 reales
- tumbas, sumar las columnitas del altar, las tapas y figuras ................................. 4.840 reales
- Suma ................................... 19.890 reales
Sevilla, 3 de marzo del 1871. José Pelli”

En el documento se observa que está marcado a lápiz como conforme los tres primeros, y tachados los dos últimos. No se si es así o es una mera elucubración, pero en el Archivo seguro que se puede seguir todo el proceso de construcción del Panteón, porque hay bastantes facturas del Sr. Pelli y la correspondencia de los empleados del Duque en Sevilla con éste o con su secretario.

Casualmente tengo escaneadas, por otros motivos, dos facturas de este mismo empresario de los años 70 y en una, de 1876, se factura, entre otras cosas, “la limpieza del estuco del Panteón”, y en la otra, de 1879, se factura “por un escudo de armas de España modelado expresamente según dibujo y fundido en piedra artificial” y exactamente igual con otro escudo de la Casa de Orleáns.

jueves, 9 de julio de 2009

José Frapolli Pelli, 1878 y 1879

Frapolli y Pelli, o viceversa, se entrecruzan continuamente, pero por estas dos facturas del primero, que presento en esta entrada, parece que los negocios de ambos se han desvinculado, por lo menos hasta cierto punto. Pelli sabemos que tiene ya un lugar destacado en Sevilla, con encargos importantes de otros clientes, además de los Duques, y vemos, en estas facturas, que Frapolli tiene su propia sucursal abierta en la ciudad, en la calle de las Marinas, 3 y 4, como se dice en la primera de ellas, fechada en el año 1878, o en la calle de la Marina, en singular, en la de 1879. Por cierto que no logro localizar esta calle, a no ser que fuera la llamada de “la Mar”, la actual García de Vinuesa, pero el nombre se le había cambiado hacia tiempo, y a la altura de estos años todas las facturas de los establecimientos de esa calle dan el nuevo nombre, y ni siquiera recuerdan el antiguo, como se suele hacer cuando es reciente el cambio o no ha calado en la gente. En otra factura distinta, también almacen de piedras para la construcción, pone "calle Marina, a orillas del río", es lo único que he podido averiguar.

Los encargos de estas dos facturas van destinados al Palacio de Sanlúcar. En la primera se trata de la adquisición de losas de distintas clases, pero muy caras




en la segunda, de un año después, 1879, la compra es de dos chimeneas de mármol blanco para el mismo Palacio.




En la cabeza de los Duques debía de estar la idea de dejar un palacio para cada hijo. A Isabel, la hija mayor, casada con el Conde de París, el Palacio de Villamanrique; a la malograda Mª de las Mercedes, el Palacio de Castilleja de la Cuesta; y a su único hijo varón con vida, Antonio, el Palacio de Sanlúcar de Barrameda. Ahora, con vistas ya al prometido enlace con su prima Dª Eulalia, hija de Isabel II, se preparan con tiempo las obras de mejora del Palacio.

Por último, analicemos las facturas porque obedecen a un nuevo modelo, distinto de los que hemos visto hasta ahora, que puede servir como tal factura pero también como papel de carta. El encabezamiento de la factura en vez de llenar la parte superior de la hoja, sólo ocupa el lateral izquierdo superior, como si fuera el membrete del papel para la correspondencia comercial. Ya lo hemos visto, por ejemplo, en algunas de la serie de facturas de Ramón Piñal, pero entonces no lo hice notar. A este modelo le llamo de factura-carta para definirlo, porque puede tener un doble uso, según las necesidades empresariales.

Aún respondiendo a un mismo modelo, cada una de las dos facturas tienen un estilo diferente. La de 1878 es más artística, con unos dibujos muy elaborados y bien elegidos, y en cambio la segunda prefiere la información, aún a costa de ser un poco farragosa y cargada. Por este motivo, la de 1879 es la más interesante para analizar, porque a través de ella nos enteramos de aspectos que en las otras no hemos podido advertir.

Lo más importante es conocer la estructura empresarial: casa principal en Carrara; sucursal en Sevilla; y depósitos en Málaga y Bilbao. La verdad es que deshace la idea que me había hecho buscando información sobre este personaje. A través de lo que he podido encontrar y leer, para mi su centro estaba en Málaga y desde aquí se distribuía a los clientes, por eso José Pelli había actuado como intermediario en un servicio anterior. Esta idea tenía su lógica porque el mejor medio de transporte de un material tan pesado como la piedra es, indudablemente, el barco y, por lo tanto, un buen puerto marítimo es esencial, como el de Málaga. Pero en este documento queda muy claro.

Queda también muy bien definida la gama de productos que pueden trabajar y servir. Se puede leer perfectamente y no hace falta copiarlo, además ya hemos visto como los Duques han adquirido bastantes de ellos.

También es muy interesante la Nota que acompaña a la factura. Es un nuevo mundo económico y las facilidades al cliente se detallan en un largo párrafo, que también es una novedad entre todas las facturas que hemos podido ver hasta ahora.

Por último, el detalle de cómo se sigue manteniendo en esta factura el recurso de los cambios de letras, viejo sistema que todavía hoy sigue vigente.

miércoles, 8 de julio de 2009

José Pelli,1885

Para terminar estas entradas que han tenido como protagonistas a dos empresarios italianos, vamos a completarla con una factura de uno de ellos, José Pelli, realizada en la imprenta de El Porvenir en los años 80, con lo que enlazamos con las siguientes de la familia de los Piñal y “El Porvenir”.

Se trata de un nuevo modelo de factura, que podemos llamar “factura medallero”, porque exhiben, con orgullo, las distinciones conseguidas en Exposiciones o certámenes. Ya la conocemos, pero en este ejemplar se le han añadido dos medallas más y está en todo su esplendor



Es la factura de nuestro conocido empresario “estucador, escayolista y ornamentista en yeso, cartón piedra y barro cocido”, con domicilio en Sevilla, en la calle Lombardos. Y presenta las medallas obtenidas en la Exposiciones de Sevilla de 1858, y la de Cádiz, y en esta nueva factura se añade la de Málaga, y la Exposición de París de 1861.

Este tipo de facturas es muy común, sobre todo en este tipo de empresas de artesanía industrial, como los Pickman (también tiene facturas de este tipo, a partir de 1870) y otros. Como ejemplo voy a mostrar una de la empresa Mosaico-Nolla de Valencia, también de 1885, que es todo un compendio de este tipo de factura-medallero.



Volviendo a la factura de Pelli de 1885, no es la primera que existe en el Archivo. Hay otras anteriores, de dos de ellas ya hemos comentado su contenido, pero ninguna indica el taller donde se había impreso. Como son idénticas es de suponer que se hicieron en El Porvenir, pero el dato seguro está en la de 1885. En otros casos he comprobado que el mismo modelo de factura se ha realizado en dos talleres diferentes, aunque en fechas distintas.

Las novedades que presenta, además de la adición del número de medallas exhibidas, son pequeñas. Menos barroca que la de 1871 en sus adornos, añade ahora, como materiales que utiliza, al yeso y al cartón piedra, además el barro cocido. El domicilio sigue en la calle Lombardos pero en el número 13. Desconozco si es cambio de domicilio o cambio de numeración de la calle, hecho éste que me parece que fue muy frecuente en la Sevilla de esta época.

Lo que si destaco son los letreros de debajo de las medallas, porque significa una ampliación del negocio. En uno dice: “adornos y estatuas de barro cocido”. Subrayo la palabra “estatuas” porque me parece relevante y significativo, ya que es una forma de abaratar el producto y poder llegar a más gente que no tendría dinero para pagar una estatua en piedra, aunque fuera piedra artificial, como ya hemos visto en una entrada. En el otro dice: “losetas y ladrillos de todas clases”, que incide en lo mismo. Diversifica su producción para toda la gama de la construcción, desde el elemental ladrillo hasta los más refinados adornos en yeso, cartón piedra, o lo que hiciera falta.

Cada vez me parece más establecido en Sevilla y más independiente de José Frapolli. Y la verdad es que buscando en internet he encontrado, sin ser exhaustivo, diversas obras realizadas en nuestra ciudad. Por ejemplo, las yeserías de la Capilla del Mayor Dolor, en la plaza de Molviedro; o la intervención en la remodelación de la casa de León y Armero; o su intervención en la portada principal de la Catedral de Sevilla. Por cierto, que en el estudio de ésta última viene reproducido justamente el encabezamiento de este modelo de factura.

Para terminar, por su contenido, esta factura de 1885 es, en el fondo, una continuación de las dos anteriores de J. Frapolli. Se trata de la ampliación del Palacio de Sanlúcar, ahora con las obras que se ejecutan en el vecino convento de la Merced (está anotado en el margen izquierdo). Entre otras cosas se relacionan trozos de cornisa árabe, de molduras egipcias y “700 azulejos imitados al antiguo”: ¿neo-mudéjar?, ¿neo-árabe?, ¿eclecticismo? Es la arquitectura de la época de la Restauración.

Lo cierto es que se está acondicionando este palacio para la próxima boda del heredero, D. Antonio de Orleáns, hijo, con su prima, la infanta Dª Eulalia, hija de Isabel II. Lo he explicado anteriormente, los Duques tienen ya planteado el reparto de su patrimonio, ahora entre los dos únicos hijos que sobreviven, Isabel y Antonio. Para la primera serán las propiedades de Villamanrique y las de Francia, para el segundo las de Sanlúcar y las de Italia (el Ducado de Galliera). Por este motivo se efectúan estas obras de remodelación en el Palacio de Sanlúcar.