lunes, 20 de julio de 2009

Los Duques de Montpensier y Sevilla (1)

El momento histórico en torno a 1848.


Después de casi medio centenar de entradas, hago un alto y planteo una especie de resumen, a modo de recopilación y aclaración de determinados aspectos históricos, que he dejado un poco en el aire. Por este motivo me voy a situar en el contexto de mediados del siglo XIX.

Indudablemente es un momento importante para nuestro país cuando ya se ha logrado consolidar la revolución liberal y se ha estabilizado la vida política después de las convulsiones anteriores (por ejemplo, las regencias de Isabel II y la 1ª Guerra Carlista, además de la Desamortización de Mendizábal). Prueba de todo ello es que se ha pasado la fecha de 1848 sin que las revoluciones sufridas en casi toda Europa nos afecten.

La situación de Sevilla en este contexto es relevante. Ahora parece ocupar parte de la posición preeminente que Cádiz había mantenido hasta la pérdida de las colonias americanas, en el primer cuarto del siglo. Está en alza, tanto como aquélla vive un dorado declinar.

Así la década de los años 40 para nuestra ciudad fue fundamental. El establecimiento de Narciso Bonaplata, la llegada de José Mª Ibarra, de Carlos Pickman, de los Duques de Montpensier, y otros menos conocidos pero de igual importancia, significan una señal de que algo está cambiando. No creo que ellos sean la causa de esos cambios, como se ha dicho algunas veces, pero sí la prueba de un cambio de orientación en la que ellos, no cabe duda, fueron dinamizadores o catalizadores, en esos nuevos tiempos que se estaban fraguando.

La construcción del Puente de Triana (inaugurado en 1852), la creación de la Feria de Ganados, en 1847, el trazado del ferrocarril, o los proyectos urbanísticos, son los signos de esa nueva vitalidad. La ciudad parece despertar y esto se aprecia perfectamente a través de este mundo de facturas que yo estoy trabajando y presentando.

De esta forma hemos podido observar en las entradas anteriores como el aspecto rancio y pueblerino de los viejos comercios va adquiriendo nuevos aires, que se reflejan en los diseños de sus facturas cada vez más atractivos. Van desapareciendo las que no tenían impresión previa (o sea, hechas totalmente a mano) y la litografía sustituye a las labores de tipografía anteriores, con lo que se consiguen imágenes más elegantes y vistosas, que permiten la introducción de ciertos elementos de la naciente publicidad: frases cortas como "slogans", listas de productos e, incluso, sus dibujos (como si fuera un muestrario), ofertas promocionales, o imágenes llamativas para atrapar al posible cliente. Todos ellos elementos esenciales en la publicidad moderna.

Es evidente que el establecimiento de los Duques en Sevilla fue un poderoso revulsivo para la industria y el comercio de la ciudad. Pequeñas o grandes empresas encontraron en los Duques un cliente seguro y, lo más importante, puntual pagador, y ellas, a su vez, aprovechan la ocasión para renovar su oferta y su imagen, más acorde con los gustos más modernos que llegan con esos nuevos clientes. Todo esto se refleja, como ya he dicho, en las facturas que hemos ido presentando.

Por todo ello, me parece importante explicar algunos detalles, a grandes rasgos, de los Duques de Montpensier que nos permitan comprender mejor su importante valor histórico para Sevilla.

Luisa Fernanda (o María Luisa, como también se la conoce, recordemos el Parque de María Luisa, en Sevilla, donado a la ciudad por ella), es la única hermana de la reina Isabel II. Cuando llega a nuestra ciudad tiene el rango de Princesa de Asturias, porque la reina no tiene todavía descendencia. Las dos se casaron a la vez en 1846. La reina, con 16 años, con su primo Francisco de Asís, y ella, 14 años, con Antonio de Orleáns, 22 años, duque de Montpensier, el más pequeño de los hijos del todopoderoso rey de Francia, Luis Felipe. Pero detrás de estas bodas hubo muchas disputas, enfrentamientos y juego político subterráneo. Madrid era un auténtico hervidero de rumores, chismes, intrigas, ... (la “corte de los milagros”) y, acertadamente, después de la boda, los Duques se alejan de ella y se establecen en París, en el mismísimo Palacio de las Tullerías, lejos de esos fangos.

Pero en febrero de 1848 sucede lo que nadie podía haber supuesto dos años antes. La revolución en París liquida el reinado de Luis Felipe y toda la familia tiene que salir huyendo a toda prisa de Francia, sin tiempo para salvar algo de valor, porque todos sus bienes fueron confiscados.

En la primavera de ese año ya están, por tanto, de vuelta en Madrid, pero en una situación muy diferente de cómo se fueron. Detrás de ellos no está la poderosa Francia, y el gobierno les exige que fijen su residencia fuera de la capital para evitar que puedan aumentar las intrigas ya endémicas de la corte.

Este es un momento clave porque podían haber elegido cualquier lugar de España. Lo lógico hubiera sido el norte, por la cercanía con Francia, como le aconsejan personas de su confianza, pero ellos eligen el sur y, en concreto, Sevilla. Aquí se establecen, provisionalmente, en los Reales Alcázares, a finales de aquella primavera de 1848, mientras buscan un lugar adecuado para fijar su residencia en nuestra ciudad. En septiembre de ese mismo año nació aquí su primera hija, Isabel, la futura Condesa de París, por su matrimonio con el poseedor de ese título.

Comienza así un nuevo periodo de la vida de los Duques que en muchos momentos se confunde con la historia de nuestra tierra y que quedará ligada a ella. Vamos a detenernos en la siguiente entrada en algunos de esos aspectos que nos permitirán entender mejor este periodo que comienza ahora y valorar el papel de los Duques en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XIX.


Nota a la ilustración:
Como en esta entrada no tenía sentido presentar una factura, busqué otro tipo de imagen para ilustrarla y este escudo me pareció adecuado por el tema e interesante por las firmas de quienes lo hicieron. Aparece en el Archivo en documentos oficiales del Ayuntamiento de Sevilla, como en este que recojo abajo, en forma de membrete, en torno al año 1850, y como se puede leer debajo del escudo dice: “Rosi inv. Coromina sculp.”, o lo que es lo mismo “Rosi lo dibujó y Coromina lo grabó”.

En el Catálogo de estampas de la Fundación Focus se menciona a Andrés Rossi, como “dibujante y grabador de la escuela española. Nació en Madrid en 1771, activo en Sevilla y Cádiz a principios del siglo XIX. Colaboró con diferentes artistas ya como dibujante, ya como grabador al aguafuerte, principalmente de temas religiosos y reproducción de pintura”. Por edad no es probable que viviera a mediados del siglo, pero en el Archivo aparece Juan Rossy o Rossi (de las dos formas) como titular de una tienda de marcos dorados y de objetos de decoración y, en el Palacio, se le estima mucho como entendido en cosas relacionadas con el arte. Pienso que en esta familia debe estar el dibujante.

En cuanto al grabador el nombre de Coromina me abre un interrogante, porque D. Miguel Ángel Yáñez (La Sevilla del descubrimiento de la fotografía) cita las oficinas litográficas abiertas en Sevilla (1839-40) por Corominas, Portalés y Bozzano. No sería extraño, por tanto, que fuera éste tal Corominas el grabador, a pesar de la falta de esa “s” final, pero en la única factura que tengo registrada por un taller litográfico con un nombre semejante pone claramente “Litogª de J. Colomina” (1848). Y, para aumentar el desconcierto, es que el Coromina que es conocido por esa época es, sin duda, Bartolomé Coromina Subirá, el autor de las primeras tiradas de sellos españoles, el tan famoso con el rostro de Isabel II.

Pienso que esto tiene que ser conocido y haberse publicado, pero es lo único que he podido averiguar. De lo que no tengo duda es que este pequeño membrete es magnífico.

No hay comentarios: